8. A PRUEBA DE BALAS

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Raelle aguardaba pacientemente en el comedor de su casa, mientras sus padres bajaban a desayunar. Últimamente no estaba tan apegada a la familia y de hecho, estaba ya pensando seriamente en independizarse. La cocinera se acercó a ella y le ofreció un poco de café.

—¿Le sirvo de desayunar?

—Esperaré a mis padres, gracias.

No tardó mucho en escuchar a su madre bajar las escaleras riendo de algo que su padre le decía. La relación entre ellos siempre había sido cordial, con las correspondientes diferencias, pero sin generar conflictos mayores. Envidiaba eso, ella no había tenido una relación estable y duradera.

—Buenos días, cariño.

—Hola, papá

—¿Qué haces despierta tan temprano?

—Buenos días mamá. Quería hablar con ustedes.

Edwin y Willa se miraron uno a otro y luego se sentaron a la mesa.

—¿Pasa algo malo?

—No, al contrario. Es muy bueno.

—Oh, eso me tranquiliza. Pensé que dirías que estabas embarazada o algo así.

El hombre soltó la carcajada al decir esto, pero su esposa y su hija lo miraron sin que les causara ninguna gracia su broma.

—Ehm, bueno. Yo aún espero nietos, ya sabes. Hay métodos modernos como inseminación y esas cosas.

—No estoy interesada en tener hijos. Al menos, no pienso en eso ahora.

—Mejor dejemos esa plática para otro día, —interrumpió Willa— ¿qué es lo que querías decirnos? Porque de hecho, tu padre y yo también queremos comentarte algo.

—En realidad quiero decirles que el negocio del Rodeo está comenzando a prosperar. Tengo aquí un cheque por el pago del ganado que me vendiste a crédito, papá y ya estoy liquidando a otros proveedores.

—Ah, esas son excelentes noticias. Estoy orgulloso de ti. —Dijo el hombre tomando el cheque y guardándolo en la bolsa de su camisa.

—También, quiero informarles que estoy saliendo con alguien; es una chica, obviamente. Es una jinete barrilera, estamos conociéndonos, no es nada formal aún. Ella estará en el Rodeo haciendo un espectáculo.

—Oh, que bien. Y ¿Cómo se llama? —Preguntó Willa al tiempo que le hacía una indicación a la cocinera servir el desayuno.

—Scylla.

Edwin frunció el ceño. —¿Una vaquera, dices?

—Sí, así es.

—Ten cuidado con esas chicas oportunistas. Ya has tenido muchos problemas.

—Lo sé, papá. Pero ella es una chica agradable y sólo quería comentarles eso, porque la verán por ahí en el Rodeo muy seguido, como si viviera ahí, tú sabes.

—¿Dónde la conociste?

—En el Rodeo, precisamente. Es clienta asidua y bueno, las cosas se han dado.

Edwin movió su cabeza pensativo. —Está bien, sólo te recomiendo que a esas mujeres ni todo el amor, ni todo el dinero. Espero que sea sincera y de buenas intenciones.

—Deberías de invitarla a comer un día para conocerla.

—Sí, mamá. Se lo diré, aunque ella no es muy sociable que digamos. Y bueno, que querían decirme.

—Pues, lo que nos acabas de decir sobre el Rodeo me deja un poco más tranquilo, porque queremos informarte que tu madre y yo haremos un viaje de aniversario de bodas a Europa.

RODEO COUNTRY (Raylla)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora