Prefacio

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***Bruno***

Las puertas del ascensor se abrieron y caminé por el iluminado pasillo. Era un edificio muy bonito, no se podía negar, tenía que admitir que trabajar en un sitio así debía ser relajante, salvo por el hecho que mi hermano tenía uno de los trabajos más estresantes del mundo, en mi humilde opinión. Pero la abogacía era un trabajo estresante, digno de un hombre bastante estresante, así que le sentaba bien.

Me encaminé hacia la oficina de Francesco un poco molesto, más decepcionado que molesto en realidad, recordando el mensaje de texto que me envió el muy bastardo:

*Me hicieron una oferta que no pude rechazar... Compré el piso en Vicálvaro*

Mi hermano era todo un caso, recién regresaba a España después de siete largos años en Londres, argumentando que necesitaba el calor de su familia y lo primero que hacía era negarse a vivir cerca de nosotros. No podía recordar ya cuántos apartamentos en la zona centro de Madrid le mostré, con cuántos agentes inmobiliarios le puse en contacto con la esperanza de convencerlo, pero no... El hombre era un hueso duro de roer.

En cambio había decidido mudarse a aquel condominio que quedaba casi a las afuera de la ciudad. Intentó convencerme de que le gustaba la vista, pero yo sabía que lo que más le gustaba era lo apartado que estaría de Michelle y de mí, pero no le presté mucha atención, si creía que un par de kilómetros me iba a mantener a raya... Era que no se acordaba que su despacho quedaba a quince minutos de mi oficina.

Toqué la puerta, por pura cortesía, porque al instante siguiente la abrí sin esperar ninguna confirmación, y agradecí que aún no hubiera ninguna molesta secretaría  que me lo impidiera.

Francesco se giró en su silla al escucharme entrar y me frunció el ceño como todo saludo antes de seguir hablando por teléfono.

- Pues eso debiste pensarlo antes de lanzar esa botella, ya se hizo un trato con el fiscal y no pienso retractarme... No se podría aunque quisiera, debes estar ahí el sábado a las siete y más te vale que seas puntual - dijo con autoridad antes de colgar.

Sonreí al pensar en esa pobre alma al otro lado del teléfono, no sé cómo me sentiría yo al contratar a un abogado para que me defendiera y que este terminará regañandome como un padre a su hijo, aunque ni Francesco ni yo conozcamos de primera mano esa sensación.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó Francesco quitándose el auricular y dejándolo sobre el escritorio.

- Hola hermano ¿Cómo has estado? Yo también te extrañé, estoy bien, gracias por preguntar - respondí sarcástico.

- Sigues teniendo dos manos y dos piernas, y viniste en propio pie, así que he de asumir que estás bien Bruno... ¿A qué viniste?

- ¿En serio piensas comprar aquel departamento en la conchinchina?

- No está en la conchinchina Bruno, no empieces con el drama, solo queda a las afuera de Madrid, no es mal de morir. Y en segundo lugar... No lo pienso comprar, ya lo compré, te dije que me hicieron una oferta que no pude rechazar.

- Sí, claro... ¿Seguro que no tiene nada que ver con poner distancia entre nosotros? - pregunté haciendome el ofendido, que de hecho sí que lo estaba.

- No, claro que no - respondió de inmediato, pero la risita que intentó disimular me lo dijo todo.

- Le romperás el corazón a Michelle.

- No, Michelle sobrevivirá... Me llamará todos los días, pero estará bien. El que parece que entrará en crisis eres tú.

- Es que no entiendo por qué quieres estar tan lejos de nosotros hermano.

Reflejos De Amor ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum