Capítulo treinta y uno: La bomba explota

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No era un fantasma.

No era un coso.

No era un desconocido.

Tenía una melena pelirroja que reconocería en cualquier parte. Desprendía un olor a alcohol como en la fiesta. Se tambaleaba de un lado para otro moviendo sus manos en el aire, pareciendo quitarse de encima un mosquito invisible.

-Mar, ¿estás bien?-la voz de Felix a unos metros de mi me hicieron reaccionar-.

Ellos se conocían y ocultaban algo. Ambos estaban bajo el mismo techo, en el mismo lugar y yo aprovecharía para ver la reacción de Izan, porque si no había quedado claro, el ser que provocó todo este revuelo se llamaba Izan, la razón de mis dolores de culo.

-Eh-miré al pelirrojo para luego devolverla la mirada a Félix-Todo bien.

Si no le digo que esta aquí seguro ni se entera. Maquinaba mi mente malvada. Si yo fuese una persona buena, de bien, habría mantenido a esos dos alejados sin encontrarse el uno al otro, pero sabemos que no lo soy y que quiero desde hace tiempo descubrir que es eso que comparten y de lo que Izan no me ha dejado enterarme.

Eso puede cambiar...y va a hacerlo.

-¿Zapato?-dijo el chico delante de mi con expresión divertida, en su frente estaba grabada la palabra: borracho-.

-Sí, zapato-asentí-.

Bien, ¿ahora qué hago?

¿Llevo a Izan a dónde está el otro?

Sí, creo que es la decisión más sabia.

-Ven aquí-lo tomé del brazo guiándolo a la otra habitación-.

En el camino se tropezó con una mesa y maldijo por lo bajo, ahora sé a que se debían esos murmullos, está claro que ebrio podría destruir una casa.

Jejeje. Vaya situación.

-¿Mar?-preguntó Félix recostado a la mesa de la cocina. Miraba en todas direcciones sin saber en donde me hayaba. Debe de ser lo peor no saber en donde estás parado, ni poder verlo, solo sentirlo-.

Ya los tres, reunidos en el mismo espacio, con el silencio haciéndose dueño de la escena, me dediqué a observar al pelirrojo que por los efectos de alcochol imagino que aún ni se había percatado de que yo era Mar. Comenzaba a perder la fe cuando, de repente, su cara cambió. Se podría decir que pasó de modo happy a modo impakteishon. En el momento en que giró su cabeza con una sonrisa de oreja a oreja que envidiaría hasta el gato hijo de puta de Alicia en el País de las Maravillas, su mirada se topó con la figura perdida y desorientada de Félix, esa sonrisa se borró.

¿Quieren saber qué cara puso? Una parecida a la que puso Eren cuando un titán se comió a su madre. Si no vieron el anime pues imagínense que cara pondrían si ven a una patata cantando canciones de Marc Anthony.

-Fe-Félix-tartamudeó en un tono bajo-.

Por mi cabeza sólo rondaba una pregunta, mejor dicho, la pregunta.

¿Qué sucedió para qué Izan actué como si le apriete el cinturón al punto de quedarse sin aire?

Izan

Otra vez me emborraché, no quería llegar a mi casa y tenerle que ver la cara a mi padre, simplemente no entraba en mis planes vomitar-por lo menos por su cara de espermatozoide-, así que hice lo de siempre; ponerme todo pedo hasta que el alcohol sacara mi lado todo me vale verga.

Las cosas se salieron de control en el momento en que no supe donde diablos estaba. Me hayaba rodeado de calles que no había visto en mi vida, lo suficiente ido de este mundo como para sacar mi teléfono y llamar a casa para que el chófer viniese a recogerme, para el colmo empezó a llover. Vagué por unos ocho minutos bajo la lluvia, que por cierto estaba bastante fría, hasta que ví una casita que a primera vista lucía abandonada. Toqué la puerta pero nadie respondía, por lo que me tomé el atrevimiento de forzar la cerradura-una de las muchas técnicas que aprendes cuando pasas la mitad de tu vida en un internado y tienes que meterte en el almacén a hacer cosas de chicos-. Entré y confirmé lo que había pensado antes, no había nadie que me reclamara así que aproveché. Claro, yo borracho no se diferenciar la realidad, entonces medio segundo después la casa era un caos, peor a como antes de mi llegada, se podría decir que el huracán Izan pasó dejando huella.

No transcurrió mucho para notar voces. Al principio pensé que era cosa mía, pues había llegado a ver elfos, no me extrañaría que mi cabeza se inventara voces también. Un golpe, literalmente, me sacó de ese estado de, digámosle, relajación, aunque no del todo, seguía un poco del otro lado. No fue hasta que ví a un chico que me resultó familiar que terminé de despertar.

En el primer vistazo que le eché no lo pude reconocer debido a que habían pasado años, ahora las matemáticas juegan en mi contra por lo que no puedo recordar exactamente cuantos. En el segundo lo reconocí. Me dije: no cualquiera tiene ojos violetas, y era cierto, es la única persona con esa tonalidad de ojos que he conocido. También, a pesar de que no tenga tanta relevancia, caí en la cuenta de que Mar estaba parada a mi lado al igual que había sido ella la responsable de que ahora me duela tanto la cabeza. Me las pagará después.

Lo , lo estoy viendo, está delante de . ¿Me reconocerá? No, creo haber escuchado que quedó ciego, la causa la desconozco, sin embargo no tengo la certeza.

Junto con su imagen vinieron otras a mi mente. Imágenes que pensé había enterrado. No, ¿a quién engaño? Sueño a diario con esos escenarios, porque no es un recuerdo, son dos, uno desencadena el otro y no quiero que sigan atormentando mi mente esos fantasmas de pasado.

-¡Elene, aparta!

...

-Fe...Félix...ayuda...

Esta vez las voces si me atormentaron y no pude disimularlo. Trabajé en ello años con mi psicólogo para superar mis traumas, mentiría al decir que ese tiempo fue fácil porque no, ningún año posterior lo fue.

Lo miré otra vez por si acaso para cerciorarme. No había duda, se trataba de el mismo Félix del que fui amigo, ese mismo que tocó a mi puerta el peor día de mi vida y a paser de no haberle abierto, supe que su amistad era verdadera. Al que pensé conocer mejor que a mí mismo, por lo menos hasta ese día.

Y fue ahí, al recordarlo que las palabras de rerpoche ligada con ira acumulada de años, no solo con él, sino conmigo también, explotaron dentro de mi boca.

-Asesino-grité para sorpresa de todos-.

Pude ver la confusión en el rostro de Mar, obvio ella inocente no sabía que clase de monstruo tenía delante, y Félix, por otro lado, mostró la misma cara de terror que cuando empujo a su hermana, provocándole el accidente.

A crane for you ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora