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8.

—¿Qué significa esto?

Greyback jadeó de emoción mientras daba un paso al frente para hablarle a la noble señora. Druella Black, por su parte, arrugó la nariz con asco.

—Son ellos, señora.

—¿Ellos? ¿Quienes?

—Potter y su pandilla: el traidor a la sangre y la sangre sucia. Los capturamos mientras acampaban y tenemos sus vari...

—¿Qué es eso? —Cygnus Black se adelantó a su mujer y señaló con sus largos dedos a alguien que estaba detrás de ellos. Los ojos del hombre se entrecerraron y, luego, le dijo a su esposa—: Llévatelas de aquí.

Druella dio media vuelta al mismo tiempo que Cygnus extraía su varita de la túnica. Sin embargo, él no la uso enseguida: aguardó a que su esposa e hijas —las tres pequeñas niñas que lo miraban todo con ojos muy abiertos— desaparecieran tras una de las puertas del vestíbulo.

El hombre movió su varita y enseguida se escuchó un alarido de dolor y el sonido de algo metálico cayendo al suelo. Greyback sacó su varita, pero fue impulsado hacia atrás antes de que pudiera utilizarla. El resto de carroñeros cayó uno a uno y fue entonces cuando Hermione sintió a Harry y Ron removerse, intentando aprovechar el rebullicio para librarse de las cuerdas que los ataban en su lugar, pero antes de que pudieran conseguir algún progreso, Scabior cayó a su lado mientras jadeaba y tiraba de la serpiente oscura que se envolvía en su mugriento cuello.

Hermione tuvo ganas de vomitar al ver como los ojos del carroñero se le salían de las órbitas y se ponía cada vez más y más azul.

—¿Dónde encontraste eso? —preguntó Cygnus, furioso, mientras convocaba con magia a la espada de Gryffindor (Harry soltó un gemido ahogado) y hacia desaparecer a la serpiente en una voluta de humo. No esperó a que Scabior recuperara el aliento e insistió—: ¿Dónde la encontraste? ¡Responde!

El carroñero se puso de pie lentamente y miró a Cygnus con odio profundo. Finalmente, él dijo:

—En su... campamento. Ellos... ellos la tenían en su tienda...

La mirada enfadada de Cygnus Black se desvió hacia Hermione, Harry y Ron. Sintió a sus dos mejores amigos tragando saliva y ella misma contuvo la respiración. Estaban muertos y, por más que lo pensara, no encontraba una solución para salir del aprieto en el que se habían metido. No tenían varita ni podían desaparecerse y estaban en la mansión de uno de los más fieles servidores del Señor Tenebroso. ¿Cómo es que iban a salir vivos de allí?

Cygnus Black balbuceaba cosas sin sentido mientras su pecho subía y bajaba con rudeza. Su esposa se apareció en el vestíbulo y, cuando vio lo que tenía sujeto en una de sus manos, se detuvo de forma abrupta. Ambos estaban conmocionados.

—¿Dónde la han conseguido? —preguntó Druella, acercándose con pasos lentos y temerosos.

—Esos chicos... Dicen que esos chicos la tenían...

—Pero ellos no pudieron... ¿o, tal vez...?

El hombre respiró hondo y su mirada pasó de uno a uno sobre los tres muchachos. Escuchó a Harry y Ron gruñir cuando Cygnus la miró tan fijamente que se le pusieron los pelos de punta e intentó echarse para atrás, buscar protección en los costados de sus dos mejores amigos, pero él habló y comprendió que todo estaba perdido.

—Ella parece ser una chica lista —dijo Cygnus Black, apuntándola con la mano con la que sostenía la espada.

Druella Black arrugó la nariz con desprecio.

Como una rosa roja | BELLAMIONE AUWhere stories live. Discover now