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—No tenía por qué ser de esta forma.

Bellatrix había estado ignorándola durante varios minutos, fingiendo que no había nadie a un lado de su cama y haciendo oídos sordos a sus palabras; sin embargo, y después de que escuchara esa frase, su cabeza se giró con brusquedad y sus ojos oscuros la miraron con furia mal disimulada.

La vista de los moretones en su rostro, la nariz rota y la sangre coagulada hizo a su estómago retorcerse de arrepentimiento, aunque Hermione jamás admitiría en voz alta que tal vez, y solo tal vez, se había excedido en esa ocasión y mucho menos que —quizá— su deuda ya estaba saldada. Jamás, se había prometido hace mucho tiempo, sentiría lastima por ese bicho, así que ¿por qué el sentimiento de culpa hizo temblar sus labios y cortó por un par de agonizantes segundos su respiración? No quería tener que entenderlo.

—¿No querías matarme a golpes?

—Es tu culpa, tú me obligaste a hacerlo —espetó Hermione en voz baja. A pesar de su rostro desfigurado, Bellatrix se las arregló para demostrar su indignación.

Su mirada furiosa auguraba problemas.

—¿Qué es mi culpa? ¿Qué es lo que yo te hice?

Hermione no necesitó mirar a su alrededor para saber que había gente —el niño lastimado por Bellatrix y su angustiada familia— escuchándolo todo con atención. Se aclaró la garganta y, sin perder la compostura, dijo:

—Baja la voz.

Bellatrix hizo el amago de erguirse sobre el colchón de su cama, pero su cuerpo magullado la retuvo en su lugar. Sin embargo, ni siquiera el dolor de sus heridas pudo apaciguar a la fiera furiosa que era. Hermione estaba segura de que Bellatrix la mataría de las peores maneras posibles si tuviera la oportunidad.

—No quiero... verte... No quiero verte nunca más...

—Me temo que ese es un sueño imposible, estas atada a mí por el resto de tu vida —replicó Hermione con tranquilidad mientras tomaba su varita y corría las cortinas de la cama de Bellatrix, ocultándolas a ambas de los ojos curiosos—. ¿Podemos continuar nuestra conversación ahora?

La acción de curvar sus labios hacia arriba pareció causarle dolor, porque, instantes después de sonreír, Bellatrix arrugó el rostro.

—¿Tuvimos una conversación antes? Porque lo único que recuerdo es que intentaste matarme a golpes.

—Pudimos haber tenido una conversación sino hubieras decidido portarte como una imbécil, Bellatrix. —Hermione respiró hondo y no le dio a la niña la oportunidad de responder—: ¿Quién más te está molestando? Quiero acabar con esto ahora, porque no quiero tener que pisar Azkaban otra vez en mi vida.

—Ese no es tu problema.

—No creo que deba tener que recordarte que eres mi...

—¡Deja de decir eso, no soy nada tuyo!

—Te pedí que bajes la voz.

Los ojos de Bellatrix ardieron de odio después de escucharla hablar.

—No soy tu mascota, estúpida. Ni siquiera pienses que una asquerosa sangre sucia como tú puede darme órdenes.

—Bellatrix...

—Lárgate de aquí, no quiero volver a tener que ver tu repugnante rostro otra vez... o te juro que...

Su mano se apretó inconscientemente en su varita.

—Bellatrix...

—¿Eres imbécil? Te estoy diciendo, por tu bien, que me dejes en paz.

—No compliques más tu situación...

Como una rosa roja | BELLAMIONE AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora