𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀

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Haruchiyo estaba escondido de todos, bebiendo su quinto vaso de whisky en una de las salas privadas de su casino

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Haruchiyo estaba escondido de todos, bebiendo su quinto vaso de whisky en una de las salas privadas de su casino. La misma donde Hiromi y él conversaron por primera vez y bebieron vino hasta acabar acercándose más de lo que dos desconocidos deberían haberse acercado.

Tocaba ese sofá con cariño, como si realmente su pelinegra estuviera ahí con él.

Pero no, ella no estaba ahí y ni siquiera con toda la botella de whisky consumida o la sustancia más nociva inhalada podría hacerlo sentir con ella, porque el tacto y cuerpo de Hiromi para Sanzu era único, excepcional y sin par.

Y dolía. Cada fibra de su ser dolía.

Unas flores azules adornaban el mesón que había en esa gran habitación privada de hospital

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Unas flores azules adornaban el mesón que había en esa gran habitación privada de hospital. Ura las humedecia para que no se marchitaran.

Hiromi deslizó la puerta corrediza para entrar, la cerró con cuidado una vez estuvo dentro y al girarse vió el hermoso color de aquellas rosas y supo de inmediato quien las había dejado.

—Señorita Hiromi.— habló la enfermera saludándola con una pequeña reverencia en un tono de voz bajo.

—Hola Ura...— saludó usando el mismo tono de voz. —Está dormido.— indicó al hombre que yacía con los ojos cerrados en la cama. —Debe estar agotado...— se acercó y acarició el poco cabello canoso que le quedaba.

—La sesión de quimio de la mañana estuvo muy pesada para él.— señaló Ura.

Hiromi solo lo miró en silencio unos segundos. Giró su cabeza para observar lo cuidadosa que estaba siendo Ura con los pétalos de las rosas.

Ella notó la mirada de la pelinegra en las flores. —Son muy hermosas. —habló de manera alegre.

—Sí... Demasiado...— su rostro había cambiado. Sus pupilas se dilataron y el iris grisáceo de sus ojos brillaban por la cristalización al mirarlas con dolor.

Respiró afligida.

—¿Sucede algo señorita Hiromi?.— preguntó la mujer.

—No... Solo no dejemos que se marchiten, Ura...

THE DEVIL IS BETWEEN MY LEGS | Haruchiyo "Sanzu" AkashiWhere stories live. Discover now