veintiocho

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LAZURITA

Mi padre está con Seulgi en todo momento: leyéndole en voz alta, jugando, viendo películas y durmiendo la siesta a su lado, con sus dedos enlazados a los de ella. Cuando las semanas pasan, tornándose meses, ya casi ni duerme y todos los días se encierra un rato en su estudio a tomar chupitos de oporto. Cada vez que entra en la habitación, lo hace con los ojos llorosos.

Me siento en la mecedora, junto a la cama, dándole un tiempo a mi padre para que se reponga.

Pero lo entiendo. Seulgi ha perdido muchísimo peso y tiene la cara muy delgada, mostrando el dolor que siente y que los medicamentos no pueden mitigar por completo. Intenta comer, por nosotros, pero no quiere. Solo quiere dormir.

Esta mañana ha tenido un subidón de energía enorme y ha decidido que quería aspirar todas las alfombras de la casa.

Un pequeño rayo de esperanza se ha colado en esos momentos en mi interior. ¿Podrían los médicos haberse equivocado?

A mi padre le ha dado un ataque de risa nerviosa y he visto cómo buscaba la mano de Seulgi en la mesa de comedor mientras ambos compartían un yogur.

Luego, ella se ha hecho un ovillo en la cama como hace cada día.

Mi padre no ha dejado su estudio desde entonces.

—Para él es muy duro verme así —me dice Seulgi.

—¿Y para mí no lo es?

Ella me saca la lengua y dice:

—Soy la bruja que se llevó a tu padre. Considera esto como mi merecido.

Me espabilo en un instante.

—No, Seulgi. Cuando era pequeño sí estaba enfadado, pero ya hace mucho tiempo que... —te quiero, debería decir— me gustas bastante.

Ella se ríe, pero acaba en una mueca de dolor.

Me mezo en la silla mientras escuchamos la música rápida y frenética de Wonwoo a través de las paredes. Toca tres, cuatro, cinco canciones antes de que Seulgi hable de nuevo y, cuando habla, lo hace muy bajito:

—¿Qué pasa, Mingyu?

Me encuentro con su mirada preocupada y se parece tanto a la de Wonwoo que me hace

estremecer.

—Nada.

Niega con la cabeza y se queda mirando la lámpara, que vibra al ritmo de la música.

—Eres como un libro abierto en lo que respecta a tus emociones. Y has estado triste desde que Wonwoo volvió a casa.

Me río sin humor.

—¿Crees que es Wonwoo quien me tiene así de triste?

—Sí, creo que mi chico es el que más te llega al corazón.

La música parece intensificarse, llenar la habitación, y me pone la piel de gallina.

—No sé de qué hablas.

—Me estoy muriendo, no tengo tiempo para mentiras.

Cierro los ojos y una lágrima se me escapa. Tengo la garganta en carne viva, como si me la hubieran estado arañando con miles de mondadientes a la vez.

Seulgi sigue hablando:

—Eran tan unidos... Ya desde el principio mi hijo y tú trasmitían chispa juntos. —Se me corta la respiración y la voz de Seulgi se suaviza—. Él solía mirarte como si tú tuvieras las respuestas a todos los misterios del universo. Cuando te tocaba fregar los platos, Wonwoo se quedaba sentado en la mesa del comedor simplemente para poder observarte mientras lo hacías. Y cuando te ibas a casa de tu madre, solía encontrármelo hecho un ovillo en tu cama, sujetando una de tus piedras.

Te quiero - MinwonWhere stories live. Discover now