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𝐓𝐫𝐞𝐬 𝐬𝐞𝐦𝐚𝐧𝐚𝐬 𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬

—¡Agua! —le gritó Harry a su padrino —¿Ves? ¡Te dije que esto nos guiaría al agua!

Lanzó su mochila y corrió los últimos pocos metros hasta el pequeño arroyo de agua que salía de las rocas. Habían estado caminando cuesta arriba durante lo que se sintieron como horas, siguiendo un conducto lleno de lodo. Y finalmente, finalmente, habían encontrado la fuente.

Y Dios, sí que estaba sediento. No había tomado nada en un día y medio y el calor era espantoso.

Steve puso los ojos en blanco. Tomó la taza de latón de su mochila y se arrodilló bruscamente frente a las rocas.

Tan pronto como la más mínima cantidad de agua llenó el fondo, se lo dio a Harry. —Bebe.

Él sacudió la cabeza. —Bebe tú.

—Ayer te vi pasar lo que te quedaba de agua a mi botella. Puedo arreglármelas. —Volvió a tenderle la taza a Harry. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

A regañadientes Harry se bebió el agua de la taza a grandes tragos.

Steve entonces se apoyó sobre una roca y cerró los ojos.

Se veía cansado. Exhausto. Y más delgado que cuando se marcharon de casa.

Deberían haber estado en la costa a esas alturas. Pero con su suerte, la motocicleta se le pinchó un neumático a las dos horas de viaje. Harry había querido caminar de vuelta a casa de su tío Doom, pero sabía que era imposible.

—No tienes porque cuidar de mí...

—No es malo que quiera cuidar de ti.—prosiguió—. Es lo que hace la familia.

Harry dejó salir un resoplido, pero no dijo nada más. Sabía que él pensaba así, pero no tenía que preocuparse constantemente por protegerlo. No era solo una carga.

Había pasado los últimos cinco años en el búnker del tío Doom aprendiendo y entrenando. Practicó artes marciales con Steve, leyó cincuenta veces de principio a fin todos sus manuales de campo sobre cuáles plantas y bayas eran comestibles. Todo para que, cuando y si finalmente llegaba el día en que tuvieran que irse del búnker, no fuera un inútil omega en apuros.

Pero aquí estaba Steve, tratándolo como siempre lo hizo su papá.

«Y mira lo que eso le trajo a Norman». Un escalofrío recorrió su columna vertebral.

—Voy a ir a explorar un poco —dijo Steve después de terminar de beber agua de la taza—.Quédate aquí y llena nuestras botellas.

—Ten cuidado —dijo él, y se le hizo un nudo en la garganta de repente. Mierda, lo último que necesitaba hacer ahora era pensar en su padre.

—Siempre lo tengo. —Se puso de pie y comenzó a abrirse camino hacia los árboles a la izquierda.

Necesitaba concentrarse en lo positivo. Era suficiente que hubieran sobrevivido un día más. Y que encontraran agua. Podía sentarse aquí y beber y beber todo el maldito día.

La cosa era que... por mucho que pensara que estaba preparado, no tenía ni idea de lo difícil que sería el mundo exterior.

Lamentaba haberse quejado de estar aburrido en el refugio. «No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». ¿No era ese el dicho?

—Jamás pensé que extrañaría esas horribles paredes de concreto —murmuró, a punto de tomar otro trago de agua.

—¡Corre! —El grito de pánico de Steve resonó en el aire—. ¡Harry, corre!

Virus OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora