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MIENTRAS seguía a Takemichi, Yuna pensó en la mejor estrategia para atraparlo. Sanzu le había pedido que se lo trajera a escondidas de Manjiro, por alguna razón, y le aclaró que lo quería ileso porque sino el mismo se iba a enojar con ellos debido a su extraño apego con el rubio teñido.
Yuna no entendía cómo Mikey, el comandante de toda una pandilla, se obsesionó tanto con una sola persona.
Como sea, Takemichi — según sus observaciones — tenía antecedentes de ser un idiota descuidado, así que atraparlo no debería ser difícil; quizás ni siquiera tendría que usar la fuerza para hacerlo, y ni siquiera estaba con Chifuyu, quien era la otra mitad de su única neurona. Con eso en mente, se acercó a él en un lugar donde sabía que nadie la vería y llamó su atención tocando su hombro.
— Hola, Takemicchi ¿verdad?
— ¿Sí? — se tranquilizó un poco al ver que la desconocida que de algún modo conocía su nombre era parte de la ToMan; supuso que no la haría daño.
— Mi nombre es Yuna; soy de la quinta división, y necesito que me acompañes a un lugar por una rato para hablar.
— Ehm... — pensó por un momento. No conocía a la chica de nada, y tampoco sabía a dónde planeaba llevarlo; ¿era buena idea seguirla? — creo que sí es rápido... podría ir.
— ¡Genial! No tardaremos mucho; sólo hay un pequeño par de condiciones.
— ¿Condiciones?
— Necesito que me dejes atar tus manos. — Takemichi no sabe de dónde, pero sacó una cuerda.
— ¿Por qué necesitas atar mis manos si sólo vamos a hablar?
— Son algunos detalles menores; tú sólo confía en mí.
— No sé si pueda...
— Takemichi, yo nunca, jamás le haría daño a otro miembro de la ToMan; te lo juro. — levantó su mano derecha, pero por supuesto que su mano izquierda estaba detrás de su espalda y sus dedos estaban cruzados.
— Bueno.... está bien.
— También necesito vendarte los ojos.
— ¿Por qué...?
— Eso es porque el lugar donde vamos a hablar es súper secreto y nadie debe saber dónde está.
— Um... está bien.
— Perfecto.
Era difícil pensar que sería tan fácil, pero Takemichi al parecer sí era así de ingenuo, o quizás sólo no lo pensó mucho; tampoco podía juzgarlo demasiado.
Se lo llevó hasta un lugar alejado, de esos donde no podrían escucharte si gritas, y fue recién ahí donde Takemichi pensó que no había sido muy buena idea confiar en esa desconocida a ciegas, literalmente.