Nymphadora

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Nymphadora Tonks había empezado su guardia aquella madrugada, caminaba con pasos desganados alrededor del perímetro de la entrada de Hogwarts. Estaba bastante somnolienta, la noche anterior había dormido muy mal. La certeza de que Remus debía estar sufriendo la mantenía despierta, dando vueltas en la cama, angustiándose por él.

¿Hacia cuantos meses que él se había apartado de ella? ¿Hacia cuanto tiempo que le había confesado su amor y él había huido despavorido?

Se detuvo cerca de los altos pilares coronados con cerdos alados, mirando las tenues luces de la mañana. Sacó un termo del bolsillo de su abrigo y tomó un sorbo de café negro. Su rostro se arrugó, dejando salir un ruidito de satisfacción al sentir el amargo sabor del líquido caliente. Sonrió para sí misma, dándose cuenta de que se estaba comportando cada vez más como su mentor, Alastor Moody.

—Una criatura maravillosa como tú, no debería estar rogando por amor —le había dicho Alastor. —Lupin es demasiado ciego para darse cuenta de su suerte.

Y de cierta manera le daba la razón, se sentía patética al tener que jurarle a Remus que a ella no le importaba nada su condición de licántropo, que no sentía miedo de él, ni de lo que diría la gente, sólo para tener siempre la misma respuesta:

—Tu no lo entiendes, eres muy joven y no quiero arruinar tu vida, yo soy muy mayor para ti, soy demasiado pobre, demasiado peligroso.

Dio una patada en la nieve con resentimiento y se volvió para mirar hacia el castillo, preparándose para empezar su segunda ronda cuando un ruido seco la puso en guardia. Soltó un resoplido al darse cuenta de que la andrajosa figura que se había aparecido frente a las verjas de hierro era Remus Lupin.

—¡Remus! —gritó y fue con pasos apresurados hasta él. —¡Que sorpresa! ¿Qué haces aquí?

—Dora —susurró él.

El hombre se ruborizó, sorprendido de encontrarse con ella. Siempre tan llena de vida, tan entusiasta, su personalidad lo había atraído desde el primer momento en que posó sus ojos en la metamorfomaga. Extrañaba su cabello color rosa chicle, su alegre sonrisa, pero Remus sabía que Tonks estaba sufriendo a causa de su cobardía. Recordó lo que le había dicho Snape acerca de su nuevo Patronus y se ruborizó a un más. Sabía que le estaba haciendo daño al renegar sus sentimientos, pero no podía permitirse frustrar la prometedora vida de la joven aurora. Nunca se perdonaría a sí mismo si durante alguna de sus transformaciones llegara a hacerle daño.

—He sido llamado por Dumbledore —dijo mirando al suelo. —Dice que es urgente.

Tonks asintió y se acercó un poco más sin despegarle la vista del rostro.

—Es muy temprano. Tan sólo anoche... Debes descansar, Remus.

—Son órdenes. —contestó él, encogiéndose de hombros. — "Aunque, sí. Estoy molido."

Tonks sacó entonces su termo con el café y se lo ofreció.

—Café fuerte, te ayudará —dijo sonriéndole. —No es chocolate, pero es lo segundo mejor.

Remus lo tomó, devolviéndole la mirada finalmente y ambos se quedaron en silencio por un par de segundos hasta que él se aclaró la garganta:

—Gracias, Dora —dijo mientras caminaba hacia atrás, alejándose de ella, dando unos pasos hacia la verja, sin apartar los ojos de la mujer, reprimiendo el deseo de abrazarla, de quedarse junto a ella.

Tonks apenas alzó una mano, en un gesto de despedida, sabiendo que Remus estaba incómodo con su presencia. Se volvió hacia el camino que conducía a Hogsmeade y se alejó con pasos que pretendían ser firmes, aunque sus ojos se empezaban a humedecer con algunas lágrimas.

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