Epílogo

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Dos de la mañana y por tercera vez, abría abruptamente sus ojerosos ojos con los nervios de punta. Y es que no había nada más agotador para él que representar de su clan, y al mismo tiempo cuidar a su familia; algo que jamás hizo con sus hermanos –incluso si el menor nada más tenía dieciséis años— pero en este caso, no solo debía proteger a su esposa....

—Te toca.

—Tal vez tenga habré, ¿Como voy yo a....?

—Shu, la alimente bien la anterior vez en que despertó—Interrumpió adormilada.

Si no también una nena que con suerte sabía amamantarse del pecho de su madre y en cualquier hora de la madrugada los despertaba a ambos a puros gritos.

—Debe ser que necesite un cambio.—Continuó—Ve.

Un cambio, otro lema, era pésimo cambiando pañales. Las primeras veces los ponía alrevez, Yui no podía escandalizarse y enojarse más por eso, lo que era poco.

Si años atrás le dijeran que le temía a esa mujer enojada, habría convertido a esa persona en el bufón real, que añadiría la leyenda sobre la nueva manera de morir de un ser casi inmortal como lo es un vampiro: de la risa.

No obstante, ahora como hombre casado comprendió que solo se trataba de una ley natural en los matrimonios genuinos. Y hace cuatro meses, comprendió que ser un estúpido por tu hija era otra ley de la naturaleza.

Con pereza se levantó de la cama quitándose primero la cobija de su cuerpo, aterrizó sus pies sobre sus pantuflas afelpadas ya no tan perfectas para ya casi finalizar aquel abril a punto de estallar el primer mes del verano.

Se dirigió a la habitación contigua, siendo recibido por el estridente llanto de su hija.

Tenía pulmones.

Quizás tenía parte de responsabilidad, bien podría contratar a una niñera, pero se negaba.

No tuvo un verdadero padre además de un título con su apellido y sangre, sin embargo, quería hacer las cosas diferentes. Si experimentó ese amor  tan humano por Yui ¿Por que no hacerlo por su pequeña?

Con su hija sucedió que naturalmente se le amó, sin cuestionar, solo sucede. Nunca fue duda si la quiso,si no más bien si sería un buen padre. Hasta el momento creía que lo hacía bien.

En una fiesta de noche buena organizada por Yui en los techos del Edén. Nació en medio de la cena, y un bullicio de Kou, Laito y Subaru, Reiji reprendía a Kanato de que se no embutiera los postres antes de tiempo. Ayato peleaba solo si Ruki le ignoraba concentrado más en regañar a sus hermanos, así que se decidió por buscarle pleito a Kino.

Por último como invitados, los fundadores. Carla se quejaba de la gran idiotez que era eso tan simplón que le llamaban  navidad. Y Shin...siendo Shin, un busca pleito como Ayato.

Reunían al clan enemigo, sin embargo; aquellas tontas cenas a veces también convenían a su tratado de paz. Pero estaba seguro de que los muy rogados se hubieran ofendido si Yui no les dijera nada.

—¿Que ocurre, eh? No haz dejado descansar a papá y mamá. —Sonrió dándole un beso en la nariz.

Al conocer el rostro de su nena pudo también vislumbrar la, hermosura y frágilidad de la realidad. Como lo anticipaba, el tiempo y la energía escasearon.

Luego de noches seguidas de desvelo me dormía sobre los documentos que pretendía firmar y cartas que exigían una concentración que me era físicamente casi imposible.

Además, esa nueva presencia le poblaba la mente y los ojos. Podía pasar horas contemplando esas pequeñas manos olvidando sus deberes, porque la realidad estaba ya completa.

Melodías Dramáticas - © Shu Sakamaki [Short-fic]Where stories live. Discover now