EL PRIMER ESPECTRO (IT'S BEGGINING TO LOOK A LOT LIKE CHRISTMAS)

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Como diría el bueno de Mark Twain, los rumores sobre mi muerte han sido exagerados. 

Esta historia estaba escrita desde las navidades, como se puede deducir por su título, pero no me animaba a publicar. También faltaba un capítulo (curiosamente no el último) y no conseguía la inspiración para escribirlo. Y no quería dejar una historia a medias, así que hasta que no han estado los cinco capítulos no me apetecía soltarla.   

Me parecía una historia deprimente y que no se ajustaba a la realidad  de lo que la persona que inspira al personaje quería transmitir al mundo. 

Aún así es ficción. Solo eso. Con algo de mala leche (¿Cómo no?), una pizca de drama (algunos dirán que más que una pizca) y algo de esperanza (porque en el fondo soy una pringada) pero ficción, que no se me enfade nadie, que hemos venido a divertimos.

Otros escupen odio en redes sociales, yo doy mi punto de vista en forma de ficción. Tengo la ventaja de unos cuantos caracteres más.

¿Qué más?

Gracias gata. Gracias bruja.

Sus quiero gentucilla.  

Luis Cepeda estaba muerto de frío. Resultaba un tanto extraño en medio del ambiente sofocante de la discoteca, pero no podía negar que llevaba quince minutos con escalofríos. Quizá fuera el maldito virus del que había logrado escaparse de puro milagro hasta ahora.

Bien sabía Dios, y su madre se empeñaba en actuar como altavoz del todopoderoso, que no había sido por actuar con prudencia y sensatez en los últimos tiempos.

Meneó la cabeza cuando los primeros acordes de Blanca Navidad se mezclaron con un tempo extraño y machacón y las luces estroboscópicas se volvieron azules creando una atmósfera extraña.

Dejó la copa en la mesa que tenía más cerca con más fuerza de la necesaria.

Odiaba la navidad. Con todas sus fuerzas.

Se movió como pudo entre cuerpos sudorosos y esquivó un par de abrazos de gente que estaba en plena fase alcohólica de exaltación de la amistad. Era probable que no les hubiera visto más de dos veces en toda su vida y personalmente necesitaba un par de copas más para devolver tanta efusividad.

Escapó a toda prisa por un pasillo oscuro y pestañeó molesto cuando el fluorescente blanco del baño le golpeó la retina. Los sonidos de la fiesta llegaban amortiguados hasta allí, como a través de un túnel pero no estaba del todo seguro de si era culpa de las paredes de azulejo o de las cuatro copas de bourbon que ya había consumido.

En estos locales pijos no podía tomar su ron con cola de toda la vida. Era vulgar, le habían informado. Así que se había pasado al bourbon que no sabía mal del todo.

Apoyó las manos en el lavabo y agradeció el contacto fresco contra la piel. Un escalofrío más. Quizá fuera la neumonía que volvía a hacer de las suyas. La neumóloga había utilizado términos muy duros al explicarle los peligros de una enfermedad de ese tipo mal curada. Luis la había escuchado. Al día siguiente había ignorado todos sus consejos.

Escuchó la puerta de un urinario abrirse de forma brusca pero no se giró. No le apetecía hablar con nadie. Tampoco volver a la fiesta.

Odiaba la neumonía, las navidades y esa fiesta. De verdad que sí.

Evitó su reflejo en el espejo. Últimamente tampoco se gustaba demasiado a sí mismo.

Era preferible culpar a la discográfica, a su representante, a todas sus exnovias, a amigos y a los que habían dejado de serlo, a la prensa y al gobierno. Todos ellos podían repartirse la culpa del aquel humor del demonio que no lograba sacarse de encima.

Cuento de navidadWhere stories live. Discover now