NO MORE BLUE CHRISTMAS

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No estaba del todo seguro de lo que le había despertado en esta ocasión. Quizá los ruidos distantes de la calle, quizá solamente era que había llegado el momento de despertar. 

Solo sabía que le dolían todos y cada uno de los músculos y huesos  cuando al fin fue consciente de su cuerpo tras abrir los ojos. 

Como si realmente se hubiera pasado la noche viajando entre el tiempo y el espacio. 

Era tan real el dolor que solo por eso se convenció de que por fin estaba  despierto. 

Pero habría podido jurar que aún sentía en la piel las gotas de lluvia del cementerio del último tramo de su pesadilla. También quedaba en el aire un perfume que había enterrado tiempo atrás en su memoria. 

Resistió el impulso de tirar del edredón y esconderse del mundo. 

Se suponía que alucinaciones como la de la noche anterior venían acompañadas por una gran revelación y el deseo de cambiar el mundo, pero solo sentía cansancio. 

No tenía la menor intención de salir a la ventana a desear felices fiestas a los viandantes. 

Desde el ático probablemente no le escucharían tampoco. Los vecinos de los edificios de enfrente creerían que estaba loco y se dedicarían a publicarlo en redes sociales.  Justo lo que le hacía falta. 

Las extrañas visitas de los fantasmas no le habían llenado de esperanza tampoco. 

La vida, su vida, era la que era. 

En el fondo, la pesadilla solo había confirmado sus peores temores, el miedo a estar arruinando su vida profesional y a no estar haciendo un gran trabajo con la personal tampoco. 

Quizá había servido para reconocer que todos los problemas que creía haber dejado atrás, entre ellos aquel libro quemado que tanto le gustaba citar, aún quemaba. 

Hizo el primer intento de levantarse y se tumbo de nuevo ahogando un gemido cuando toda la habitación dio vueltas a su alrededor. 

No haría algo tan estúpido como jurar que no bebería nunca más. Aun siendo poco dado a la autocrítica, sabía perfectamente una promesa así no duraría más de dos o tres días. 

Pero al menos le había quedado claro que las drogas no eran para él. Quizá eso era toda la lección que podía extraer del sueño. 

Intentó levantarse de nuevo, esta vez aun más despacio y se acercó como buenamente pudo a la ventana. 

Debía ser jueves . La persona que la empresa de limpieza enviaba una vez a la semana venía siempre los viernes. Por eso el piso estaba tan desordenado y olía a cerrado.  Siempre llevaba fatal la resaca de los jueves. 

Apartó las cortinas muy despacio y pestañeó para protegerse de la luz. 

A juzgar por el sol, que ya incidía directamente en la habitación y por el bullicio de la ciudad a sus pies no era temprano. Abrió la ventana y dejó que un golpe de aire frío de diciembre le mordiese en la cara. 

Desde pues de tantas horas de fantasías febriles, agradeció sentir algo real de verdad. Aunque fuese el frío. 

Cerró los ojos y la Aitana de los tres sueños se dibujó detrás de los párpados. Enamorada o enfadada. Triste y perdida.  Resignada. 

Por más que intentase engañarse aquella herida no estaba curada del todo. En el intento por cerrarla a toda prisa había acumulado rencor y rabia y se había ido envenenando por dentro. 

Probablemente por eso había fracasado su siguiente intento de mantener una relación seria. Más que probablemente por eso, cualquier intento futuro estaba avocado al fracaso. 

Cuento de navidadWhere stories live. Discover now