Capítulo 8: El preludio a la batalla

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El grupo se retiró a unas ruinas abandonadas y se preparaban para su batalla contra Meliodas.

-Creo que la batalla será en el castillo-dijo Merlin-No creo que Meliodas lo abandone ya.

-¿No os estáis olvidando de algo?-intervino Ban.

-¿A que te refieres, Ban?-preguntó el cerdo.

-No hemos visto a Gowther en ningún momento. Puede que nos quiera emboscar para separarnos.

-Tienes razón-dijo Elizabeth-Gowther puede resultar un problema. Igual no quiere que lleguemos a Meliodas.

-¡Meliodas es para mi!-exclamó Diane-No dejaré que haga con Elizabeth lo que él quiere.

-No creo que puedas derrotarlo, Diane-intervino Merlin-No eres rival para él.

-¡Lo haré! ¡Lo derrotaré como sea!

-¡No, Diane!-gritó Elizabeth-No quiero que lo hagas, no quiero perder a nadie más. Mi padre, mis hermanas, King-sama...

Elizabeth estuvo a punto de llorar, Diane no quería hacerla llorar.

-No quiero que muera nadie más...-sollozó Elizabeth.

-Perdóname Elizabeth, lo...lo siento, no...no quería...

-No es culpa tuya, Diane-dijo Merlin tratando de consolarla-Toda la culpa es de Meliodas.

En el momento en el que Merlin terminó de hablar, Ban detectó una presencia y se puso en guardia. La presencia era Zeldris, el hermano pequeño de Meliodas y uno de los Mandamientos.

-¿Qué haces tú aquí?-preguntó el zorro.

-Vine a advertiros de lo que esa hada no pudo y explicaros lo que ocurrió con Meliodas.

-¿Vas a traicionar a tu hermano?-preguntó Merlin.

-Eso ya no es el hermano que conocía. Toda esta culpa es de nuestro padre, él lo corrompió.

Todos se quedaron pasmados al saber que Meliodas se convirtió en ese monstruo fue por culpa del Rey Demonio.

-Mi padre lo que quería era corromperlo para hacerle volver al Reino Demoníaco y obtener su cuerpo, pero Meliodas se reveló contra él y quiere acabar con su vida y tomar el trono.

-¿Cómo pudo?-preguntó Diane-¿Cómo pudo hacerle eso a su hijo?

-Se dio cuenta de ese error y me mandó a mi para detenerlo. No quiere que ese monstruo en lo que una vez fue su hijo, gobierne el Reino Demoníaco.

-¿Y los demás Mandamientos están de acuerdo con esto?

-Si-contestó Zeldris-Meliodas ya es considerado una amenaza, debemos detenerlo.

-Pero Zeldris-sama-interrumpió Elizabeth-¿Cuál es el motivo que King-sama no nos pudo contar?

-Ah, eso. Meliodas te quiere como esposa, corromperte y derrotar juntos a mi padre.

De nuevo, todos se quedaron atónitos tras oír lo último que Zeldris dijo. Diane, de la rabia, dio un fuerte puñetazo a la pared, que acabó por derrumbarse.

-Diane, entiendo tu enfado, pero deberías calmarte. Todos odiamos ahora mismo a Meliodas, no se saldrá con la suya.

-¡No se lo permitiré!-exclamó Diane-¡No permitiré que se la lleve!

-Nadie quiere eso-dijo Ban-Acabaremos con él.

-Pero, creo recordar que Meliodas no puede morir debido a una maldición-dijo Hawk.

-Cierto-corroboró Elizabeth.

-Mi padre deshará la maldición sin que él se de cuenta, así podremos eliminarlo-dijo Zeldris.

-Eso nos facilitaría las cosas-sonrió Ban.

Zeldris se dio media vuelta y les explicó que debía volver para que Meliodas no sospechase, el resto del grupo, siguió planeando el asalto al castillo y la batalla contra Meliodas.

Al caer la tarde, Elizabeth miraba con mirada triste el entorno de su querida capital, todo estaba desolado debido a los demonios y Meliodas. Diane la miraba desde lejos y se preocupaba. Elizabeth se percató de ella y le pidió que le hiciera un poco de compañía.

-Gracias por lo de antes-dijo la albina.

-Yo no hice nada-intervino Diane-Tú estuviste increíble plantándole cara a Meliodas.

-Pensé que no sería capaz de hacerlo. Por un momento pensé que me temblarían las piernas.

-Elizabeth,  cuando todo esto acabe, me...me gustaría decirte algo muy importante. 

-¿No podrías decírmelo ahora?

-No-respondió Diane tratando de ocultar su sonrojo-No...es el momento...

-De acuerdo, esperaré hasta entonces.

Diane quería llorar, pero Elizabeth la abrazó y la calmó. Diane cada vez la amaba más y estaría más que dispuesta a matar a Meliodas si la hiciera daño. En la noche, Elizabeth recibió una visita de su madre, la Deidad Suprema y le quitó la maldición que le puso.

-Ese monstruo debe ser eliminado para que el Rey Demonio y yo podamos continuar la Guerra Santa.

-Pero madre, eso...

-No te preocupes, el traidor que te secuestró no vivirá por mucho tiempo.

Sin decir nada más, la Deidad Suprema desapareció y Elizabeth se alegró de ya no estar maldita. Quería contárselo a todos, pero solo se quería decir a la persona que más tiempo estuvo con ella, Diane. 

-Se lo contaré al amanecer, se alegrará saber que no moriré.

A la salida del sol, Elizabeth salió a dar una pequeña vuelta y vio a Diane sentada en la lejanía tratando de coger unas frutas de un árbol. Ella se acercó a la gigante y decidió contárselo.

-¿Qué? ¡Pero eso es fantástico!

Diane soltó unas lágrimas de felicidad y abrazó a su enamorada.

-¡Cómo me alegro de que no vayas a morir!

-Diane, muchísimas gracias por quedarte a mi lado todo este tiempo. Eres una muy buena amiga.

A Diane le dolió un poco esas palabras, pero sabía que poco a poco se la estaba ganando y enamorando.

-Meliodas-pensó Diane-No pienso dejar que sigas vivo. Acabaremos contigo y viviré mi tranquila vida con Elizabeth.

Mientras tanto, Meliodas preparaba sus tropas demoníacas para la batalla mientras los Mandamientos preparaban su plan para intentar detener a Meliodas y ayudar al grupo de Elizabeth. Una gran batalla empezará en un día. Meliodas estaba listo y Diane y Elizabeth también lo estaban. Cuando llegaron a la entrada del castillo de Liones, Ban y su grupo se preparó para el asalto.

-¿Estáis preparados? Una vez dentro, no nos iremos hasta acabar con Meliodas.

-Yo estoy lista-dijo Elizabeth-Y tu Diane, ¿estás lista?

-Yo siempre lo estoy.

Meliodas lo observaba todo por una ventana y sonrió.

-La batalla ha comenzado. Saldré victorioso de esta batalla y me llevaré a Elizabeth para acabar con mi padre.

El exilio de las dos princesasWhere stories live. Discover now