Capítulo Trece

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Desde un inicio Katsuki Bakugō creyó que sería un alfa.

¿Era siquiera necesario aclararlo? No había la menor duda. Su padre era un alfa y en la familia de su madre predominaban. Sus amigos de la niñez lo seguían como tal, Deku también le expresó su seguridad acerca de su futuro como alfa.

¿Qué diablos podía fallar? ¡Todo apuntaba a ello!

Pero su primer celo llegó a una edad temprana. Aún jugaba en el parque cuando sucedió y su madre tuvo que llevárselo de inmediato a casa para buscar algún médico que pudiera asegurar que Katsuki estaba bien, además de recetarle supresores adecuados para su edad.

Era increíble lo rápido que puede cambiar el comportamiento de los demás.

Un día podías ser respetado, pero al siguiente ser una vergüenza.

No era por el simple hecho de ser un omega, sino por el potencial desperdiciado de ser un alfa.

Katsuki no quiso cambiar su actitud, por lo que sus compañeros, incluso sus maestros, hablaban a sus espaldas sobre cuán patético era que quisiera pretender ser algo que no era. Poco a poco sus amigos se fueron alejando. Excepto Izuku, él fue alejado por la fuerza por el mismo Katsuki, quien no toleraba la pena que algunos querían dirigirle.

No quería su lástima.

Los trabajos tuvo que hacerlos en solitario.

El camino de vuelta a casa era silencioso.

Y las miradas eran insoportables.

Katsuki Bakugō solo sabía una cosa: se negaba a aceptarse como tal. Con la amargura en su rostro se levantan cada día, deseando que todo fuera falso, pero se le recordaba qué era con excesiva insistencia. Sentía repugnancia, un revoltijo en su estómago que le impedía pensar en vivir así.

Y hubo muchas situaciones en las que se le fue recordado. Todos se lo recordaban.

Su padre era el primero en querer salir y cuidarlo. Sabía de dónde venía esa protección, pero no necesitaba que lo vieran como frágil.

Los viejos asquerosos a los que no les había llegado el memo de que no podían ver con esos sucios ojos a los demás.

Y Shōto Todoroki. Al muy maldito se le ocurrió ser su pareja destinada, de entre todas las posibilidades.

Con anterioridad le dijeron que se alegraría de ser omega en el futuro, cuando conociera a su pareja. Que estaría dispuesto para ocupar su lugar en esa relación y en lo que vendría después.

Katsuki jamás lo creyó así.

Deseó con aún más fuerza estar destinado a la soledad. De esa manera no tendría que preocuparse.

Resultó que sí había un alfa para él.

Lo sintió como un balde de agua fría, colapsando el mundo que dificultosamente podía aceptar a regañadientes.

Y su cuerpo que ahora tanto asco le causaba. Ese cuerpo desgraciado que respondía al estímulo que un alfa le daba. El celo era el único momento en el que tenía que soportar los gajes de su casta.

Ahora era un recordatorio constante.

En las noches se despertaba agitado, cubierto de sudor, a veces por las pesadillas en las que un abultado vientre lo atormentaba, pero era más frecuente el problema en su entrepierna necesitada atención.

Lo más perturbador era que no lograría sentirse satisfecho a menos que en su mente ocupara lugar el alfa, su supuesto alfa. En esas madrugadas se arrepentía de haberlo buscado aquella vez en que ilusamente pensó que después de acostarse con él se terminaría la tortura, porque ahora que conocía el calor de las manos ajenas paseando libremente a lo largo de su piel no podía deshacerse del deseo ardiente por repetirlo. Se sumía en la culpabilidad al escuchar sus gemidos ahogados al intentar simular las embestidas inexpertas con sus dedos.

De alguna manera esperaba que Shōto se sintiera igual.

(Lo interesante es que tenía razón; Shōto también se despertó en la madrugada y tuvo asuntos que resolver, sin embargo le preocupaba más la intensa ansiedad que lo acompañó todo ese tiempo, un nudo en su garganta que no le permitía tragar).

Cuando terminaba Katsuki estaba exhausto de sí mismo.

A veces se encontraba a sí mismo pensando en Shōto. Si era honesto consigo mismo tenía que admitir que tenía su atractivo, miraras por donde miraras...

Mirándolo mientras hablaba sobre cualquier estupidez que solo era capaz de soportar por su voz, tan grave que le causaba escalofríos. Se imaginaba no poder más y tomarlo del cuello de su camisa y robarle un beso que, esperaba, fuera correspondido. Por más vergüenza que sintiera no iba a negar que estaba un poco —solo un poquito— agradecido de que un encuentro así con Shōto estaba a la vuelta de la esquina, porque si no controlaba sus hormonas se iba a terminar por volver loco.

No tuvo un sueño reparador el resto de la madrugada, por lo que ni su alarma había sonado para cuando Katsuki supo que tenía que ir a darse una ducha. Por suerte sus padres no habían despertado aún cuando se metió al baño para encargarse del desastre que era.

Su piel quedó irritada después de ser frotada excesivamente, pero a Katsuki esto no le importaba en lo absoluto, él quería deshacerse de cualquier rastro de sus pecados de encima. Se sentía extraño, pero creyó que no era algo serio, después de todo su celo no había sido hace tanto. No habían razones para preocuparse.

Se vistió y desayunó. Sus padres lo despidieron y se fue con apatía a la U.A.

Vainilla [TodoBaku]Where stories live. Discover now