Capítulo Cuatro

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En cuestión de una semana cualquier estudiante de la U. A. podría jurar al cielo y la tierra que todo había vuelto a la normalidad —otra vez—. Katsuki Bakugō, en cambio, no podría asegurar nada y terminaría maldiciendo ese mismo cielo y tierra.

Él seguía actuando como si nada hubiese pasado, si lo veías más de cinco segundos él atacaría sin pensar dos veces, pero en su interior tenía un enorme problema: el celo se rehusaba a acabar. En esa semana los remanentes del celo seguían torturando al omega, de no ser por la medicación estaría postrado en su cama. Decir que no estaba preocupado sería una mentira.

Como no podía ser de otro modo, buscó las posibles razones detrás de aquello en internet con la leve esperanza de que fuera algo pasajero o con sencilla solución. Y así fue. En una página médica -porque él no era la clase de imbécil que buscaría respuestas en foros estúpidos- explicaba que, en caso de haber reaccionado de esa manera por "un cambio en la rutina, como un nuevo alfa/omega en la cercanía" era un fuerte indicador de haber encontrado a la "pareja destinada".

Katsuki no era tonto, él sabía quién podría ser la razón de su malestar. Y ciertamente estuvo aterrado al terminar de leer el artículo, lo que procedía al diagnóstico: «La única manera conocida de aminorar los síntomas es consumando el acto con la pareja».

Su cara se tiñó de rojo, escondiéndola entre sus manos con frustración. Los primeros cinco minutos estuvo completamente consternado, pero llegó a una conclusión; él no era el único sufriendo por ello. Si él se encontraba así, Shōto también.

Se avergonzó aún más al notar que no le desagradaba tanto la idea. Tal vez el alfa le dio una mala impresión al inicio, pero cuando fue vulnerable él se dispuso a ayudarlo, por lo que no era alguien despreciable. Y siendo de esa manera, ¡no podía estar realmente en contra de ser su pareja destinada! De haber sido de otro modo preferiría huir del país. Inmediatamente pensó que ya estaba perdiendo la cabeza por la desesperación.

Volvió a sostener su teléfono, buscó entre los integrantes del grupo el número de Shōto.

«Tenemos que hablar»

El mensaje era contundente, no iba a permitir que se escapara de esto. Por suerte no lo hicieron esperar.

«»

Así lo terminó citando ese mismo día, temprano por la tarde en el parque que estaba de camino a la U. A.

[. . .]

Se recibieron el uno al otro en un silencio incómodo, ninguno quería realmente afrontar la situación.

—¿Sabes por qué te llamé? —rompió el silencio, desviando la mirada.

—¿Pareja destinada...? —recibió un asentamiento que lo hizo agradecer no estar malentendiendo algo—. Creí que era un mito. O algo que no me sucedería a mí.

—Ya ves que no.

—¿Qué haremos...?

—¡Al parecer no tenemos más opción que follar! —dio un grito ahogado a Shōto para que nadie lo escuchara—. Porque si no hacemos nada simplemente continuará. No puedo vivir con eso todos los días.

—¿Entonces quieres hacerlo ahora?

Bakugō casi se atragantó al escuchar la proposición, pero, si era honesto, no estaría ahí de no ser porque ya lo había considerado y estaba dispuesto.

—¿Puedes? —preguntó, extrañamente cohibido.

—No hay nadie en casa.

Si no hubiera contemplado la posibilidad de hacerlo en ese momento, no habría ido. Pero lo hizo. Se dejó guiar hasta la gran residencia Todoroki. Y se dejó llevar.

Esperó en la habitación a que Shōto volviera, tenso. Casi se infarta al escuchar la puerta ser cerrada y ver al chico acercarse. Ambos estaban nerviosos, sin mirarse a los ojos, cuando comenzaron a desvestirse.

El beso sin confianza era torpe, se lastimaron un poco al chocar sus dientes por accidente mientras se acostaban en la cama con movimientos toscos porque en realidad no sabían qué hacer.

Las feromonas aún no estaban haciendo efecto por lo que la sobriedad resultaba incómoda.

Las caricias que habían comenzado siendo más tímidas y poco confiadas comenzaban a tomar atrevimiento. Poco a poco y sin darse cuenta empezaban a sucumbir, los supresores perdían su efecto y ellos dejaban de lado la vergüenza.

—No me marques —gimió al sentir el rostro de Todoroki acercándose peligrosamente a su cuello. En su lugar, el mencionado se dedicó a lamer y morder con suavidad, de esa manera no lo marcaría. Se descubrió a sí mismo excitándose aún más con ese riesgo latente, le gustaba estar al borde.

La consciencia se desvanecía y quedaban pocos momentos de lucidez. Un preocupado Shōto sostuvo su rostro entre sus manos, obligándolos a verse. Por un breve instante el rubio tomó la iniciativa y besó los labios de su pareja con avidez, olvidándose de las lágrimas, el dolor o la pena que pudiera sentir entonces, guiándose por el genuino alivio que le provocaba estar ahí, unido con el alfa que tenía como compañero.

Vainilla [TodoBaku]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin