31. Entendimiento y desahogo.*

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This is an anthem for the homesick, for the beaten, the lost, the broke, the defeated.
A song for the heartsick, for the standbys, Living life in the shadow of goodbye.

I'll carry you home.
No, you're not alone.
Keep marching on,
this is worth fighting for,
you know we've all got battle scars.

You've had enough,
but just don't give up.
Stick to your guns,
you are worth fighting for.
You know we've all got battle scars.

Battle Scars, Paradise Fears.

HADES

La pared de odio que había creado Hades se disolvió al instante. Una sensación de asco contra sí mismo recorrió su cuerpo.

No podía luchar contra esa mirada. Los mismos ojos grandes, tercos y suplicantes que lo convencieron de salir al exterior y luchar contra el ejército de Cronos.

Hades lo hizo porque se sorprendió de la valentía que Nico demostró en ese momento. Siendo apenas un niño de doce años, se mantuvo firme e indefenso frente a un dios que podía fulminarlo como a una mosca, solo por enseñarle que el rencor no es bueno, que tenían que ayudar a su familia por muy mal que se hayan comportado y que el mundo entero no merecía pagar los platos rotos de las acciones egoístas que cometen los inmortales.

Esa cualidad solo la poseen los héroes, algo que sus hijos no suelen ser.

Siempre fueron Nico y Bianca quienes lo sacaron adelante. Ellos marcaron una diferencia en su generación que cambió su perspectiva de ver al mundo.

Cada vez que veía a alguno de los dos a los ojos, veía el reflejo de María. Ellos representaban el fruto de un amor inapropiado pero real, un amor que jamás lamentaría y que recordaba cada vez que los tenía frente a sus ojos.

Hades no podía lidiar contra el hecho de que estaba a punto de asesinar a ese hijo. Destruir su fruto de amor más valioso.

Sus manos temblaron, al igual que su cuerpo. Nico no hacía más que dificultar las cosas. El aire era significativamente frío. Las sombras del bosque se arremolinaban en torno a ellos como tentáculos hambrientos.

—¡¿Estás loco?! —gritó el dios—. ¡No puedes decir algo así! Tú... —se le quebró la voz— estás muriendo. Serás juzgado y sufrirás un castigo por el resto de tus días.

Nico se esforzó por sonreír. Había perdido el poco color que tenía y su boca estaba entreabierta y roja por la acumulación sangre. Sus ojos eran dos velas apagándose, perdiendo su luz en la oscuridad; ya no enfocaban sino que miraban un punto más allá.

—Está bien... Sólo así entenderás. —Tosió y trató de aspirar aire en vano mientras un par de lágrimas brillantes hacían su camino por sus mejillas.

Cada palabra le costaba más que la anterior. Su voz era un gemido apenas audible.

—Lo siento mucho... —volvió a jadear,
conservando una sonrisa que partió el corazón del dios—. No titubees... Sólo hazlo pronto, por favor.

Hades cerró los ojos y giró su rostro, pero fue inútil. La imagen de Nico agonizando lo siguió. Había absorbido casi toda su aura vital, al igual que el oxígeno en sus pulmones. La vida se le escapaba cada segundo. Y él era el causante.

Sólo un poco más y todo habría acabado. Probaría que no estaba loco, que se tomaba en serio su obligación como dios y que era perfectamente capaz de cumplir sus tareas sin interferencia de sus sentimientos.

La venganza del abismo Where stories live. Discover now