42. El mejor cumpleaños.

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Under the tree where the grass don't grow
We made a promise to never get old
You had a chance and you took it on me
And I made a promise that I couldn't keep.

These are the days we've been waiting for
On days like these who could ask for more?
Leave them coming 'cause we're not done yet
These are the days we won't regret
These are the days we won't forget.

The Days, Avicii

REYNA.

—¡Feliz cumpleaños Nico!

El susodicho retrocedió tanto que por poco cae al lago. Sintió el color invadir sus mejillas y se tapó la cara. No por vergüenza, al contrario. No podría creer lo que estaba pasando.

Era 16 de mayo.

Cuando sacó las manos de sus ojos, Reyna lo esperaba con un pastel de chocolate en brazos y quince velas encendidas. Alguien que no pudo reconocer le tomó varias fotos con una cámara digital, pero no le importó.

—Pide un deseo —apremió Reyna.

Nico lo pensó un poco, sonrió y sopló las velas, que se apagaron sin dificultad. Todos festejaron.

Reyna agarró a Nico por los dos brazos y prácticamente lo arrastró hasta el pabellón de comedor, que ahora se encontraba atiborrado de globos, luces multicolores y una tarima de presentaciones.

Los campistas los siguieron por detrás, sin dejar de aclamarlo. Algunos explotaban tubos de serpentinas en el camino, haciendo saltar a Nico y sonreír a Reyna.

Una vez que los hijos de Apolo subieron al escenario, la música estalló por dos enormes parlantes. Utilizaron una mesa de DJ para realizar mezclas alegres y pegajosas.

Las hijas de Afrodita, por otro lado, dieron la iniciativa para el baile. Usaban trajes extravagantes, tipo animadoras. Agarraban de las manos chicos cualesquiera y los zarandeaban como muñecos, hasta que finalmente optaban por bailar solos. En pocos minutos, más de la mitad de los presentes se movía por la pista sin control.

«Felices quince años, Nico», decía el enorme cartel como fondo de tarima. De seguro era obra de Piper, combinando sus colores favoritos y decorado con calaveras con gorritos triangulares y fantasmas sujetando globos.

Nico no sabía qué decir. Jamás nadie había hecho algo parecido por él. Una fiesta no había pasado ni por el rincón más recóndito de su mente. Valoró más que nunca a sus amigos.

Una chica que repartía pulseras fluorescentes pasó por su lado. Nico agarró una verde y Reyna una azul. Las colocaron en sus respectivas manos y rieron.

Poco después, pasó otra con un gorro ostentoso que colocó encima de su cabeza. El gorro decía «Este es el cumpleañero» con letras enormes y muchísimas flechas brillantes que apuntaban a su cabeza.

El pastel fue depositado en una mesa larga de mantel negro, repleta de dulces, fuentes de chocolate y queso derretido, todo tipo de frituras, y un recipiente hondo colmado de ponche. No fue sorpresa ver a Percy, Leo y Frank pegados allí como garrapatas.

~•~•~

Cecil no era bueno con las palabras. Tampoco con los gestos o escribiendo. Tan sólo servía para hacer bromas, manejar explosivos, y de repente robar cosas.

Estaba enamorado, lo que suponía un gran problema para sus habilidades. ¿Cómo podría decirle? ¿Lo rechazaría? ¿Lo aceptaría? Ojalá ella supiera que todas las bromas que le hacía con la ayuda de sus hermanos, eran porque la amaba. Esa era su mejor manera de demostrarlo, la única que conocía.

La venganza del abismo Where stories live. Discover now