Prólogo: El comienzo de una vida de tragedia

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Las Pléyades se conformaban por siete hermanas: Maia, Alción, Astérope, Celeno, Taygeta, Electra y Merope

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Las Pléyades se conformaban por siete hermanas: Maia, Alción, Astérope, Celeno, Taygeta, Electra y Merope. Hermanas de belleza incomparable, atrayendo el deseo de muchos hombres. Incluyendo el de Orión.

Orión persiguió a las Pléyades después de enamorarse de su belleza y gracia. Artemis le pidió a Zeus que protegiera a las Pléyades y, a su vez, Zeus las convirtió en estrellas. Artemis estaba enojada porque ya no podía ver a sus compañeros e hizo que su hermano, Apolo, enviara un escorpión gigante para perseguir y matar a Orión. Zeus luego convirtió a Orión en una constelación para perseguir aún más a las Pléyades en los cielos.

Una obsesión que duró doce años, trajo consigo la tragedia de estas hermanas, pero la verdad que nadie sabe, detrás de toda esta historia, es la posibilidad de la reencarnación de estas.

Se dice que las Pléyades, las siete hermanas estelares, descendieron del firmamento y se encarnaron en cuerpos mortales. Entre ellas estaba Merope, la más discreta y velada de todas, cuyo amor por un mortal la sumió en la oscuridad pero no apagó su compasión por la humanidad.

En cada reencarnación, Merope buscaba formas de bendecir a los mortales, especialmente a aquellos que anhelaban la paternidad pero no podían concebir. En aquellos momentos en que las estrellas se alineaban de manera especial, ella, en su forma mortal masculina, tenía el poder de otorgar la capacidad de concebir a ciertos hombres seleccionados, marcándolos con una luz especial que simbolizaba su conexión con las estrellas.

Estos hombres, sin saber que estaban marcados por los dioses, eran considerados bendecidos y destinados a realizar grandes obras en la Tierra. Se les encomendaban misiones importantes para restaurar el equilibrio y la armonía en momentos de gran desafío. Su existencia era efímera, y una vez cumplida su misión, se decía que sus almas regresaban al reino estelar, esperando el próximo ciclo de alineación para volver a caminar entre los mortales.

Así, la historia de los donceles masculinos que podían concebir se convirtió en una leyenda que hablaba del poder de la reencarnación, la compasión de los dioses y la conexión entre el mundo celestial y terrenal. Una historia que recordaba a los mortales que, incluso en tiempos de oscuridad, la luz de las estrellas siempre guiaba el camino hacia la esperanza y la renovación.

Pero pocos sabían que, detrás de aquel arco de árboles, junto al arroyo de Cheonggyecheon, que nació naturalmente por aguas que fluían de las montañas; se encontraba la casa de estos hermanos, ya que, uno de estos, el menor, un pequeño niño de clara piel como si de porcelana se tratara, delicado como una bella flor, con una belleza radiante y en su máximo esplendor, tan puro e inocente como un bebé, que no conoció hombre o mujer en toda su vida; reencarno de Merope y creciendo en gracia y pureza,cumpliría su destino al llevar la marca y bendición de los dioses. Para bien o para mal.

- Jimin cariño - Movió suavemente de su hombro para despertarlo de su sueño - Es hora de desayunar corazón

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- Jimin cariño - Movió suavemente de su hombro para despertarlo de su sueño - Es hora de desayunar corazón

El rubio se removió entre las sábanas al escuchar la dulce voz de su madre en su oído, escucharla por las mañanas eran un deleite para sus oídos, lo amaba.

Con pereza, salió de la cama y sin darse cuenta, tropezó con varias bolsas a pie de su cama, nisiquiera le tomó la suficiente importancia y fue a abrazar a toda su familia, uno por uno, iba a dondequiera que se encontrasen en casa; siempre los encontraba.

- Como esta mi principe esta mañana - Habló su padre mientras terminaba de servir el desayuno en la mesa - ¿Dormiste bien?

- No es justo papá - Una de las hermanas del rubio contesto antes de que este pudiera hacerlo - A ninguna de nosotras nos preguntas todas esas cosas, porque solo a Jiminie ¿eh?

- Si papá, hasta pareciera que es tu favorito

- Es que lo es - La tercera de sus hermanas entró seguida de las tres más a sus espaldas, todas con cestos de flores en mano recién recogidos del jardín junto al río - Papá siempre consciente a Jimin, ya es un hecho

- Eso no es cierto Cece, papá tambien las quiere - Su padre asintió con una gran sonrisa - Claro, no más que a mi - Que inmediatamente se le borró del rostro provocando la risa de su esposa e hijas

- Ya mis niñas, dejen de quejarse y a la mesa que el desayuno se enfría

Dejaron cada canasta junto al viejo estante de madera del señor Park, aque estante que estaba desde que tenían consciencia; almacenada cada reliquia que las pequeñas amiguitas de la familia les alcanzaban diariamente por la mañana al salir el sol.

En silencio, desayunaban con tranquilidad, no había la necesidad de hablar o reír para mantener el buen ambiente. Podían estar en silencio durante horas y aun así disfrutar del día sin problema.

Claro, con excepción de que esa mañana era diferente en muchos aspectos, muchas cosas hacian ese día, diferente a los demás días.

Pronto terminaron de comer y se levantaron y asearon los utensilios usados y volvieron a sentarse en la mesa en silencio.

- Jimin - Llamó su madre

- Si mami, ya acabo - En un dos por tres, término la poca comida que le quedaba y fue el último en lavar sus cosas, para volver a sentarse en la mesa, sin siquiera pensar en lo que estaba pasando en ese momento - ¿Qué es lo que pasa? ¿Mamá? ¿Papá?

- Jimin, nosotros

- Nos iremos - Soltó Maia, su hermana mayor 

- Oh, bueno, a donde iremos - Miró a todos a su alrededor, aun manteniendo esa linda sonrisa, característica de él - ¿Estaremos mucho tiempo fuera?

- No Jimin, creo que no has entendido, nos iremos, pero tu te quedarás aquí - Esta vez habló su papá, aguantando las ganas de ponerse a llorar frente a su hijo - No iras con nosotros a ninguna parte

- ¿Qué? ¿Mami? - Sus pequeños ojitos, ya aguados, miraron a su madre, con la esperanza de que esta pudiera decirle que ellos solo estaban jugando le una muy mala broma

- Perdoname mi amor, pero esto es necesario

Todos, de golpe, se levantaron y tomaron las bolsas, con las que en la mañana tropezó sin querer; y ahora que las veía bien, era comida y ropa suficiente para un largo viaje, uno demasiado largo.

De repente se escuchó como algo se quebró y voltearon, su hermano mejor e hijo había roto una de las tinajas que el mayor coleccionaba en el estante. Un trozo de el aun se encontraba en mano, sosteniendo lo con tanta fuerza, perforando su suave piel en el proceso.

Y a la expectativa de todos, vieron como con facilidad, el cuerpo cayó a suelo.

Dejaron todo lo que tenian y socorrieron al menor de ellos, y vendando la herida de su mano, lo recostaron en cama y arropandolo, lo dejaron ahí mientras aun dormía.


La leyenda de MeropeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora