Capítulo 13

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—Lo sabía.. —Bruno se sentó en el suelo sintiéndose afligido—. Le dije que era una pésima idea, ¡¿por qué no me hizo caso?! Ahora va a pensar que arruiné su futuro.

Mirabel quiso correr tras su primo, pero las palabras de Bruno la detuvieron.

—Tío, no.. eso no es verdad —Mirabel se agachó un poco para darle ánimos—. Iré a hablar con él, lo convenceré para que regrese.

Mirabel se bajó del arbol y se detuvo en la entrada de la habitación para despedirse.

—¡Quédense aquí, ya regreso! Antonio, cuida bien al tío Bruno mientras no estamos, ¿ok? —Mirabel abrió la puerta mientras alzaba la voz.

Su primo menor solo se limitó a despedirse con la mano y su tío lo imitó. Una vez que se fue, Antonio y Bruno se miraron el uno al otro algo extrañados.

—¿Sabes jugar al tingo tingo tango? —Le preguntó el menor con una sonrisa.

Bruno se quedó callado un momento.
"¿Tingo qué?" se repitió en la cabeza varias veces, no sabía muy bien a qué se refería.

—No —finalmente se dignó a responder.

Antonio, algo perplejo, cruzó miradas con un tucán que se posó en su brazo; es posible que hasta el tucán supiera jugar ese juego.

—Ven, yo te enseño —Antonio le agarró la mano a su tío y un montón de animales entre tucánes, jaguares y chigüiros, los acompañaron a los dos mientras caminaban.

Mientras tanto, en la sala de la casa, se encontraba Camilo bajando las escaleras lo más rápido que podía.

Estaba intentando huir, pero no sabía muy bien hacia donde, no sabía bien de qué estaba huyendo tampoco, nadie puede escapar de sus propios pies.

—¡¡Camilo!! —Mirabel intentó llamarlo para pedirle que se detenga, pero no le hizo caso.

Ella no quiso hacerlo, pero no le dejó otra alternativa más que pedirle a la casita que lo detenga. Orden que la casa obedeció.

No fue difícil, solo levantó una baldosa del suelo para que Camilo se cayera al correr.

Ya en el suelo, no se molestó en levantarse; el pecho le dolía demasiado, la presión que sentía era tan dolorosa que lo obligó a llorar desconsoladamente en el suelo.

Miró el suelo con sus ojos humedecidos, vio algunas grietas muy diminutas que le recordaron que él era la razón por la que todo esto estaba pasando.

Ahora tenía sentido, claro que era su culpa, ¿de quién más si no?

Si se hubiera detenido a tiempo.

Si le hubiera hecho caso a Mirabel desde un inicio, si hubieran mantenido la distancia desde un principio; claro que no habrían sido felices, pero no estarían sufriendo tanto como ahora.

Aferrados a un fatal destino del que no podían escapar.

Y si podían, ¿a dónde? ¿Al exterior? Nadie que haya visto el mundo de afuera quiere hablar de ello, es otro tema tabú aquí; nadie podía contarles qué les esperaba si se iban del pueblo.

Se tentó a pensar que lo mejor sería si se iba sin decírselo a nadie, Mirabel nunca tuvo las intenciones de desobedecer a su abuela, ella fue arrastrada hasta el fondo de este abismo, ¿por qué tendría que abandonar su hogar por él?

Entonces pensó en una despedida que pudiera recordar mientras estuviera lejos. Pensó en disfrutar un día más de ser un Madrigal antes de irse, en llevarse consigo la imagen mental de sus padres, tíos, hermanos y primos riéndo y conversando de lo que fuera mientras disfrutaban de una buena cena.

Quería verlos gozar de esa felicidad que él tanto quería proteger antes de marcharse. Si estaba lejos ya no volvería a hacerles daño, los mantendría a todos a salvo, justo como él quería.

Tal vez, si le daba tiempo, se escabulliría hasta el cuarto de Mirabel para darle un último beso. No pensó que necesitaría de algo más para irse en paz. 

—Camilo.. —la voz de Mirabel hizo eco en su cabeza. Sintió su mano sobre su hombro y quiso rechazar el contacto, pero se le hizo imposible. Amaba cada gesto que le dedicaba.

—Déjame solo, por favor.. —le contestó. Por supuesto que no la quería lejos, pero amarla tanto y saber que jamás podría tenerla a su lado le dolía demasiado.

Mirabel hizo todo lo posible para que él dejara de llorar, sujetó su rostro y limpió sus lágrimas con sus dedos.

No recordaba cuando fue la última vez que lo había visto llorar, todo a su lado siempre fue risas y felicidad. Se sintió muy mal por darse cuenta ahora de que Camilo también podía llegar a sentirse tan asustado o abrumado como ella.

Esto le recordó a sus días de infancia, días en los que si ella se sentía mal, su primo vendría a sacarla de su tristeza. Quiso hacer lo mismo por él ahora.

—Todo estará bien —le dijo mientras aún seguía haciendo contacto con su rostro—. Esa visión no significa nada, seguiremos buscando hasta hallar una solución a todo esto. Tú confía en mí, ¿sí?

El roce de las manos de Mirabel le quemaba la cara, pero por alguna razón ese calor lo volvía loco. Apretó sus manos con las suyas y cerró los ojos para disfrutar cada sensación que le producía estar cerca de ella.

No había nada más placentero, se preguntó si era así como se sentía el cielo realmente y quiso creer que sí. Cuando sus ojos hicieron nuevamente contacto con la realidad, lo primero que vieron fue ese hermoso rostro que tanto adoraba ver cada día. Se sintió bendecido y miserable por no merecerla lo suficiente.

Sintió que la perdería justo ahora, no quiso perderla sin decirle toda la verdad.

—Mirabel.. —Camilo susurró y a su lengua le costó terminar la oración—. No quiero alejarme de ti..

Con esa verdad aclarada, supo que huir lo mataría más rápido que ser expulsado de su pueblo. Se retractó totalmente y eliminó cada uno de los planes que tenía para escapar sin dejar rastro alguno.

—No lo harás —Mirabel se acercó hasta quedar a pocos centímetros de su cara—. No se lo dejaré tan fácil a la abuela.

Mirabel se rió a pesar de estar a punto de llorar, tal vez porque nunca antes pensó en ser egoista si se trataba de amor.  

Una vez que Camilo dejó de llorar, Mirabel apretó su rostro con mucha más fuerza y pegó su frente contra la suya.

—No me dejes ir y yo nunca te dejaré ir, ¿está bien? —más que pedirle un favor, ella le exigió lo anterior.

—Sí, por supuesto que sí —Camilo estuvo más que de acuerdo con ese trato. Prácticamente ella lo tenía comiendo de la palma de su mano, pero él nunca tuvo problemas con admitirlo. Sintió que siempre había sido así, y ahora rogaba para que siempre lo fuera.

No resistieron más las ganas de probar la boca del otro; cada vez que se besaban, los labios siempre eran los mismos, pero la sensación siempre era fugaz y muy diferente a la anterior.

Camilo siempre vio en Mirabel cosas de las que jamás se cansaría de amar, pero sus besos cruzaban una linea mucho más allá de lo imaginado.

Una linea que no sabía que existía hasta que se atrevió a cruzarla sin saber muy bien qué le esperaba del otro lado.

No fue solo uno, uno nunca era suficiente, no para él. Si somos honestos, así fueran cien, nunca serían suficientes.

No se habrían detenido en un buen tiempo si no fuera por la repentina interrupción.

—¡¿Mirabel?! —la voz de su abuela se hizo presente desde las escaleras.

Ambos jóvenes se separaron y vieron a su abuela increíblemente desconcertada por lo que acababa de presenciar. 

Asfixia || Camilo Madrigal X Mirabel Madrigal || EncantoWhere stories live. Discover now