Capítulo 16.

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Por alguna razón estoy de nuevo aquí, en el piso de la guardería y observando a Theodore jugar con los benditos cubos de colores. ¿Es que acaso no tiene otro maldito juguete?

Esta vez la chica del mandil brillante tiene la amabilidad de dedicarme solamente un asentimiento con la cabeza, deja el plato naranja sobre la mesa y gira hacia el resto de los niños.

Ahora que estoy más conciente de lo que ocurre puedo ver qué Ted es, además del niño más pequeño, el único que tiene su propia mesa y alfombra con juguetes. Además del puto guardaespaldas que aprovecha la ocasión para hacer su entrada.

—Hola, amiguito —va directo a dónde está el hijo de Anastasia y se arrodilla—. ¿Listo para ver el menú de hoy? Espero que nada asqueroso.

—¡Ryan! —chilla la chica de hace un momento—. Es puré y galletas de avena.

El fulano hace una mueca.

—Te dije que sería asqueroso.

La chica pisotea todo el camino hasta un pasillo que asumo lleva a la cocina mientras dos mujeres más acomodan a los niños en sillas. Vuelvo mi atención a Theodore y al hombre que le limpia las manos con una toalla.

—¿Te gustaría tomar el puré con tus manos o crees que deberías intentar con la cuchara? —pregunta como si el niño fuera a responder.

Lo pone en la silla, coloca el babero y pone el tazón naranja a su alcance antes de sentarse en la silla a su lado, girado completamente hacia él.

—Ahí tienes, peque. Come antes de que Tracy crea que necesitas otra porción de esa cosa amarilla.

El niño alcanza el tazón, luego mete su pequeña mano dentro de él y lo toma con su puño. Cuando intenta llevarlo a la boca, se llena las mejillas y la barbilla con la cosa viscosa.

—¿Delicioso? —le dedica una jodida sonrisa que se congela cuando Ted apoya su mano contra la boca del imbécil—. Bueno, gracias Teddy. Me estaba preguntando a qué sabe tu comida.

El niño sonríe como si hubieran compartido un jodido chiste.

—¿Mamá? —balbucea.

—Ocupada —suspira, alcanzando otra toalla húmeda—. La invité a desayunar, pero tiene algunas reuniones importantes. Ya sabes, ser la jefa tiene muchas responsabilidades.

Imbécil.

Su cabeza gira mientras se limpia, encontrándose con mi mirada. Se pone de pié lentamente como si no supiera como reaccionar a mi presencia, pero lo ignoro y salgo de ahí lo más rápido que puedo.

Vuelvo a mi piso, a la reunión que aún se lleva a cabo en La sala de juntas y observo a Anastasia señalar una proyección detrás de ella. Una gráfica, un análisis financiero y algunos proyectos que deberán desarrollarse en el próximo mes.

Odio admitirlo, pero está haciéndose cargo de todo justo como lo haría Ros. Tal vez sea adecuado conservarla. Mi presencia también comienza a atraer miradas aquí, así que también le alejo para volver a mi oficina.

—Andrea —me detengo brevemente en su mostrador—. Llama a Taylor y manda a la chica Blandino por mi café y desayuno.

Las finas cejas rubias de mi asistente se fruncen y mira alrededor antes de mirarme.

—Señor Grey, la señorita Blandino fue despedida hace tiempo.

—¿Si? —según recuerdo estaba aquí como un favor a su padre—. No me sorprende, era una completa inútil. ¿Qué dijo su padre?

Eso es lo que más me preocupa de toda la situación.

—Oh, el senador se disculpó con la señorita Steele por los errores de su hija. Afortunadamente ella tenía respaldo de toda esa información.

Agh, mierda. Debí negarme desde el principio, cuando su padre la ofreció en bandeja de plata.

—¿Crees que necesitas ayuda aquí?

Andrea niega con una sonrisa.

—Estoy bien, señor Grey. Pediré su café y desayuno al Fairmont Olympic. ¿Algo más que necesite?

—Si. —las ideas van de un lado a otro en mi mente, necesito reagruparme—. Llama a Taylor y agenda otra cena con la señora Lincoln para el próximo jueves.

La rubia hace una mueca de labios fruncidos.

—¿Elena Lincoln? —repite.

—¿Acaso hay otra de la cual no esté enterado? —le regreso el gesto.

Sus mejillas se colorean.

—No, señor Grey.

Eso creí.

Voy a mi oficina y espero en mi silla hasta que el ascensor timbra, luego Taylor entra con una carpeta debajo del brazo. Lo que sea que estuviera haciendo, lo hizo por su cuenta.

—La redecoración de su ático terminó, señor. Todo se dispuso de la forma en que solicitó. —toma de la carpeta unas fotografías y las coloca en el escritorio.

Es casi la misma decoración que tenía antes, con el piano y las cortinas largas y oscuras, y candelabros. Nada de esa mierda de colores y juguetes por todos lados.

—Bien. —golpeo mi dedo contra la madera del escritorio, luego le hago una seña para que se siente—. Necesito que vayas al edificio de Anastasia e investigues si el guardaespaldas del niño se queda con ellos. O si él y el otro fulano tienen algún puesto de vigilancia instalado.

Su expresión cae un poco, y lo conozco lo suficiente como para saber que está cuestionando mis motivos.

—Dijiste que el hombre está con Theodore todo el tiempo. Quiero saber si eso se extiende al tiempo que está en casa con su madre. Si él está cerca de mi hijo las 24 horas, quiero saberlo.

Taylor, como Andrea, tampoco me cuestiona. Toma las fotografías de mi ático y sale de la oficina con una nueva tarea por realizar. Después de todo, asumo que son sus hombres puesto que él y Welch debieron seleccionarlos.

A pesar de las acciones que he tomado, los pensamientos siguen yendo de un lado a otro, torturándome. La mirada de Anastasia en esa sala de juntas era todo poder y confianza, nada parecido a la tímida chica que tropezó en mi oficina.

No sé si este cambio me molesta del todo o me excita, por la promesa de darle un merecido castigo que pueda someterla. ¿Se prestaría a ello?

Supongo que debo averiguarlo.

Memories: El Recuerdo De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora