hicimos algo terrible [uno]

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universo alterno

Tibio, lento, divertido, juguetón, apasionado, cursi

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Tibio, lento, divertido, juguetón, apasionado, cursi.

Es una lista corta pero muy precisa. Cuando se posiciona así, existe algo llamado el músculo del beso, y la boca se orbicula con la forma de un anillo, muy apretado dependiendo del movimiento. Había leído anteriormente que este músculo es algo conectado desde la boca a otros círculos en el centro de la cara, "maxilar superior y en el inferior", lo recuerda así tal cual. Que hay más de 34 músculos en movimiento cuando se ejecuta el acto y otro par de cientos en zonas clandestinas del cuerpo. Y todos están anclados a los labios.

Se divide en dos. De los lados para cerrar la boca y la otra para proyectar la forma hacia adelante.

La lengua también tiene músculos, que envían señales al séptimo par del nervio facial por distinguir sabores, movimientos y hasta temperaturas. ¡Temperaturas! ¿Cómo demonios era posible? Que en mayoría era por causas de tránsito ajeno. Sabe que es tibio, que le produce cosquillas, que le comparte dopamina. Pero, al sentir seguridad, los niveles de oxitocina crece y después es el cortisol. Y seguiría así sin parar en su mente apretando los ojos, porque existe un contexto para que esos valores incrementen, le adjudica un propósito al momento, al sonidito. Le ayuda a pensar más claro pero siendo imposible no prenderse mucho más que antes.

¿Y por qué carajos tenía que pensar en todo eso justo cuando se estaba besando con Ran?

Ah.

Se paraliza, hay un escalofrío. Ran tiembla, el suelo tiembla, y su mano tiembla y él también tiembla y todo tiembla.

Su mano, quizás la tenía fría.

—Lo siento –Kakuchō se disculpa con una risilla, la vista empañada.

Ran, niega ferviente. Se muerde el labio inferior, sin tener ni idea de lo que está pensado. No, la verdad es que no lo está haciendo. Intenta concentrarse en la mano de Kakuchō, y sabe, que se sorprendió de que le provocara eso con una caricia en su abdomen, y no, no precisamente porque la tuviera fría. Si ese fuera el crimen, el mayor tendría una excusa peor. Estaba muy acalorado. Tembloroso, emocionado.

No quitó nada de aquel lugar, al contrario, le agarró del cuello y lo acercó otra vez a él. Macizo, tenso. Le estremecía tomarlo de ahí, bajar por su espalda para acariciar sus omoplatos, grabarlos como si fueran un mapa.

Ran y Kakuchō llevaban más de veinte minutos besándose. Le costaba demasiado invitarlo a salir formalmente pero nada le costaba meterle la lengua en la boca. Ran es algo así como un degenerado cautivador con un lado tímido secreto. La última semana su rutina es una mierda así de llegar a su casa de la universidad antes que su hermano del trabajo, llamar a Kaku para hablar como siempre y terminar robándole un beso después de acercarse lo suficiente para que se abracen hasta que el calor corporal (ya sea el suyo o el del otro, vaya en subida).

Sólo que en esa tarde, a esa hora, habían fumado. Tenía un porro armado, y después de unas caladas, manos donde no se debían de estar, hacer otra ronda con el humo y miradas cándidas, comenzaron a besarse ignorando el trópico primaveral de afuera y sintiendo la ventilación perforarle los músculos calientes.

No lo está asimilando, está con la prisa en la garganta y los labios hinchados, húmedos. El cabello largo suelto de las trenzas. Para añadirle otra cereza al pastel, cada tanto se rien como dos niños contra los labios del otro. Seguían sobre el sofá, y se tenían las manos yendo de piel en piel absorbiendo cada silueta hasta que ya no quedara nada que memorizar, ni apretar, ni meditar.

—Éso me hace cosquillas.

Curioso igual a un felino, Kakuchō contornea parte del tatuaje de Ran. Un enorme cruce de trazos negros en la mitad de su cuerpo por el lado izquierdo, como un stencil de patas de araña dejado a la vista gracias al crop top que cargaba puesto. Se había volado la chaqueta apenas llegó a casa y su abdomen le apetecía tocarlo de arriba a abajo.

—Me gusta, me encanta.

La razón por la que no intentaba algo serio hasta hace una semana es porque no sabía si Kakuchō era gay o si le gustaban los hombres. Tanto en su mente o a sus ojos de lirio, el muchacho era indescifrable. Rozaba el maldito misterio y recordarlo estando en ese estado le apretaba los pantalones. Mucho más si decía eso.

Además de que ‘Hittō’ Kakuchō es atractivo y adorable. Le perfora la porción pequeña de buen uso de raciocinio que tiene. Hace trampa.

Aunque eso no tenía sentido en aquel momento. Se acostó sobre él para quitarse la prenda con más facilidad ya estando fuera de los límites. Y en el acto se queda concentrado en sus ojos bicolores, su cicatriz y la forma de su sonrisa afilada. El cabello negro ya lo tenía algo largo de su rapado habitual y su nuca era adornada por unas hebras azabaches. Tenía una nariz ondulada, o el mentón muy marcado. El costado de su cara le impacta, hasta ir derecho a sus labios otra vez, sintiendo que lo invitaba a probarlo. Tomando sus piernas para alzarlas a su cintura y escucharlo murmurar excitado.

Volviendo al ciclo, a ese camino de círculos que se mezclan para facilitar los músculos de su cara.

Tibio, lento, divertido, juguetón, apasionado, cursi.

Es una lista corta pero muy precisa. Así se siente, así se siente besar a Haitani Ran.

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