asperezas en el cuerpo [dos]

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Asomado por la ventana del cobertizo olvidado, Ran, tenía la vista fija a los alrededores desde la ventana

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Asomado por la ventana del cobertizo olvidado, Ran, tenía la vista fija a los alrededores desde la ventana. Concentrado en la inmensa lluvia que no paraba. Había tenido la leve esperanza como el pobre ilusionado que era, en que el diluvio de afuera ya se hubiera detenido hace rato, cuando aconteció la tragedia destinada que tenía en mente desde hace ya unos meses: la muerte de Terano South. Todo estaba ocurriendo bastante rápido.

Se ponía a meditarlo, y sin que le echara tanto el ojo, Manjiro Sano, alias “Mikey el Invencible”, ha dejado molido a South, hasta que el susodicho gladiador dejó de respirar, y la lluvia bañó su cuerpo en una extraña mezcla de agua y sangre, los gritos de Hanagaki corrieron a revisar el cuerpo que por el rabillo del ojo se percata de que la cosa iba en serio y Kokonoi Hajime declaró que Rokuhara Tandai perdió la pelea. En un suspiro iracundo, cansado e indiferente, Rindō lo miró, él miró a Rindō. Mochi a unos diez pasos de ellos tenía los ojos bien abiertos, y en un idioma universal, supieron que tenían que correr de ahí porque sería demasiado aburrido pasar la noche otra vez en una celda. No, era un chiste. Realmente sí que era difícil dormir correctamente si pasas la noche en un sitio de esos, pero es un buen chiste cuando hay otros asuntos de por medio; como una muerte, de un conocido, que aunque jamás fue de su simpatía, su espalda bien empapada le suplicó que se detuviera y corriera directo a recoger el cuerpo de Kakuchō.

Cuando Ran pelea solo, solo se concentra en su objetivo. No es que fuera alguien violento (aunque muchos profesionales dijeran francamente lo contrario, tirando a la posible teoría de que era un sociopata), pero, hay un pitido ensordecedor que funciona como una batería, se agota cuando vuelve a recuperar la consciencia y el cuerpo contrario deja de moverse. Lo ve desmayado, en su mayoría, tirando unos hilos de sangre provocados por sus acciones y solo ahí, la batería se termina, no está vuelto polvo, pero una ligera capa de indiferencia lo invade como cosquillas en su vientre bajo para respirar profundo y oxigenar lo suficiente su cerebro. La persona tirada no le importa, no lo conoce, le vale un cacahuate, es, un cascarón vacío, como el mismo Ran. Hasta que ve a su hermano y siente que existen otras incertidumbres de la vida, como la fraternidad.

Obviamente Ran tiene un problema. Seguirá sin importarle durante otro trote de tiempo, porque igualmente, ya lo aceptó, no lo niega. Es un conducto de energía, adrenalina pura, y le fascina. Se volvió adicta a ella. Aunque por fuera la calma lo viste como una presentación acorde a sus rasgos estoicos, por debajo es un método de desahogo acondicionado desde hace años. No sabe si hay cura para eso, no sabe si querer necesitarla.

Por lo tanto, ya es demasiado difícil para esas alturas, lograr sorprenderlo.

—Ran.

Un movimiento de fatalidad por su cuello le sacaron de órbita. Parpadeó repetidas veces, y gira. Kakuchō está acostado sobre el sillón mullido pero estropeado.

Recordó dónde se encontraban. Eran uno de los sitios que entre ellos habían encontrado como escondite. No necesariamente era de Rokuhara Tandai, era algo mucho más personal que eso. Sonaba demasiado cursi, pero era verdad. El primero en encontrarlo fue Shion, mudaron unos muebles como sillas y sofás medio servibles, pasando de vez en vez el rato dentro de ese lugar. Era como un punto de referencia entre varios, porque no era el único.

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