Oro líquido II

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Dos horas más tarde, ya había leído mi correo, descargado las nuevas lecciones y resuelto un control online de literatura. Antes de acomodarme en la cama de Lorenzo, como hacía siempre, revisé por encima su cuarto buscando alguna pista que me mostrara algo de su vida o de su personalidad, pero no hallé nada especial.

Era una habitación ordenada y algo cursi para tratarse de un chico de veinte años. Había peluches de animales sobre el edredón, una estantería repleta de libros _casi todos de botánica y veterinaria_ y un mapa enorme de la sierra de pinares en la pared con varias chinchetas clavadas en distintos puntos.

Me acerqué para observarlo de cerca, pero, en ese momento, María llamó a la puerta y me sobresalté.

_Acabo de hacer un pastel de nueces, ¿te apetece probarlo con un té?

Eran casi las cinco y estaba empezando a oscurecer, pero, desde que tenía ciclomotor, ya no me preocupaba llegar tarde a la Dehesa.

Estuvimos hablando del gran acontecimiento que tenía a Colmenar revolucionado. Alessia y yo habíamos visto los carteles colgados por el pueblo antes del accidente. Anunciaban la inminente visita de un equipo de científicos norteamericanos de National Geographic . Estaban haciendo un estudio sobre los bosques del sur de Europa, y habían incluido la sierra de pinares en su reportaje.

_Lorenzo lleva en contacto con ellos desde hace meses.

_¿Por qué?

_Ay, maja, no sé. Mi hijo conoce bien estos bosques, los animales, la comarca… Supongo que vieron su web de Colmenar y contactaron con él -dijo sin ocultar su orgullo_. Le han ofrecido colaborar con ellos.

_¿Y dónde está ahora? ¿Todavía no ha vuelto de Madrid?

_Se ha tenido que quedar más días para esperar la llegada de los norteamericanos. Él mismo los traerá a Colmenar.

_¡Qué interesante! -fingí. Aquel asunto de los científicos no me importaba lo más mínimo.

Imaginaba que estarían un par de días pavoneándose por el pueblo para degustar gratis embutidos ibéricos y buen vino antes de continuar su periplo por España. Incluso de seguir Besco en la cabaña del diablo, no me hubiera preocupado por él. Estaba convencida de que no se adentrarían más allá del río.

_¿Por qué no me explicas alguna historia de la cabaña del diablo?

María  soltó una carcajada.

_Igualita que tu madre.

_Sí, pero yo no me asusto.

_Pues debes de ser la única. Ahora hace muchos años que nadie ha vuelto a hablar de él… pero el viejo de la cabaña ha asustado a muchas generaciones de este pueblo. Mi propia abuela me explicaba que ya su abuela le contaba historias del ermitaño barbudo y que ella misma lo vio en una ocasión.

_¿Y qué hacía?

_La mayoría de las veces solo se aparecía por el bosque y sorprendía a algún que otro cazador o recolector de setas. Pero llegó a sacar su escopeta a los más osados… A aquellos que se acercaban a su cabaña.

_¿Alguien logró entrar alguna vez en su guarida?

_Eso dicen, pero quienes presumen de ello cuentan que la cabaña estaba vacía… Nadie se atreve a destruirla porque temen al espíritu de su esposa. -Hizo una pausa_. Todavía hoy se encuentran señales de brujería en los alrededores.

_¿Tú has visto algo de todo eso?

_Yo no, pero mi madre, que era muy curiosa y que en paz descanse, me explicó que una vez, siendo ella muy niña, se topó con el viejo en el bosque.

El bosque de los corazones Rotos©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora