29: Único

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—Y... ¿Qué harás en las vacaciones?

Eso era lo que más Kenma imploraba ahora mismo.

Dos meses de hermosas vacaciones, libre de la Universidad pero esclavo del trabajo. La noche anterior, su jefe le había contactado que sus vacaciones estaban por terminar y que esperaba verlo otra vez.

—Trabajar. —respondió mientras le daba un mordisco a su hamburguesa.

Estaban sentados en un restaurante de comida rápida pero antes habían pasado por casa de Kenma para dejar a Potya y alimentarla.

—¿Tú?

—De eso quería hablarte... —dijo con una sonrisa mientras se acomodaba en su asiento. Kenma lo miró esperando a que siguiera—. Quería hacerte una pregunta...

—¿Qué es...?

Aclaró su garganta—. Pensaba en irme una semana a casa de mi padre para saludarlo, hace mucho no lo veo... —empezó a hablar, evitando la mirada filosa de Kenma—, y no quiero irme solo... entonces pensé que... ¿Podrías venir conmigo...?

La mente de Kenma quedó completamente en blanco.

¿Él? ¿Vacaciones? ¿Con Kuroo? Solo llevaban conociéndose un mes y... ¿Iban tan rápido?

No sabía cómo reaccionar, parecía mucha información para él.

—Si quieres, probablemente no pero solo quería preguntarte... ¡No me molestaré si dices que no! S-solo quería saber y-

—No puedo. —sus labios se movieron por sí solos. Kuroo lo miró de reojo—. Trabajo... Mi jodido trabajo. —murmuró, maldiciendo a su jefe.

Le gustaría pasar sus vacaciones con Kuroo y estar, tranquilamente, solos. Podría conocerlo más y... ¿En qué se supone que estaba pensando?

Kuroo suspiró.

—Está bien...

No le gustaba verlo así. Con un rostro de decepción y una sonrisa triste, intentando no demostrar lo que en verdad sentía. Kenma se sintió ansioso y clavó sus uñas sobre los agujeros de su pantalón y lo miró fijamente. ¡No quería que Kuroo se sintiera así!

¿A quién iba a engañar? Él quería irse con él. Quería saber si podía pasar algo en esas dos semanas...

—Podría hablar con mi jefe.

Parece que los ojos de Kuroo se iluminaron.

—¿Qué?

—Él... —cerró sus ojos, aclarando su garganta—. Él es muy flexible y... quizás puedo llegar a un acuerdo. —explicó, volviendo a mirar a Kuroo—. Podría trabajar después y...

—¡Está bien! —exclamó con una sonrisa, asintiendo repetidas veces. —¡Yo también podría ir!

—¿Tú de que me servirías? —frunció su ceño.

Kuroo lo miró con una sonrisa coqueta.

—Mira mi cara bonita, Kenma. Nadie se resiste a ella.

Kuroo tuvo que esperar un día para ir al trabajo de Kenma.

El teñido le había dicho que trabajaba en una heladería en medio de la ciudad, con mucha reputación y que su jefe era un amor, a parte que le agradaba... sin embargo, temía que no aceptara su petición de que le estirase sus vacaciones solo dos semanas más.

¡Pero Kuroo iba con un plan!

Cuando llegaron a la dichosa heladería, Kenma buscó a su jefe.

Y... cielos, qué suerte tenía Kuroo.

—¡Yasufumi-san!

El teñido se detuvo en seco al escuchar el grito de Kuroo. Su jefe miró por el umbral de su puerta y soltó un grito cuando vio al pelinegro.

—¡Tetsuro! —exclamó, saliendo de su despacho con los brazos abiertos para abrazar al chico, quien no dudó en abrazarlo con fuerza. —¡Hace mucho no te veo, chico! —dijo con clara alegría. —¡Pensé que te habías ido de Tokio!

—¡Al final me quedé! —exclamó alejándose. —Cielos... ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Años?

—¿Se... se conocen? —preguntó Kenma interrumpiendo la conversación de los dos mayores.

—¡Claro que sí! —respondieron a la vez.

—Él fue mi entrenador de voley durante toda la preparatoria. —explicó cortamente Kuroo.

Los miró con sorpresa.

—Tokio es demasiado pequeño...

—¡Exactamente! —Nekomata miró a Kuroo—. Pero, hijo, tengo una duda... ¿Qué haces aquí?

—Vine con Kenma.

Alzó su cejas.

—¿Ah sí...? —dijo cruzándose de brazos. Kuroo asintió, parándose al lado de Kenma—. Vaya, ¿son amigos?

—Sí, sí.

—¿Y qué hacen aquí? —volvió a fruncir el ceño. —El día no está para comer helado y tus vacaciones todavía no acaban, Kenma. —dirigió su atención al menor.

—De eso mismo quería hablarle...

Kuroo hizo un paso hacia adelante y abrazó por los hombros a Nekomata.

—Necesito un favor suyo.

—¿Qué quieres?

—Una semana más.

—¿De qué?

—De vacaciones.

—¿A quién?

—A Kenma.

—¿Por qué?

—Quiero que conozca a mi familia. —sonrió.

Estaban dándole la espalda al teñido, quien estaba quieto en su lugar. Pero Nekomata lo miró por encima de su hombro y volvió su atención a Kuroo.

—¿Qué te traes entre manos? —preguntó con una ceja alzada. Kuroo simplemente siguió sonriendo—. Te conozco...

—Solo quiero que conozca a mi padre. —respondió con sinceridad—, pero necesitaré su ayuda. —clavó su dedo en el pecho del hombre.

—¿Y qué se supone que haré con mi heladería durante una semana? Todos mis empleados ya tienen sus turnos asignados.

—Tengo un amigo que busca trabajo... Y usted lo conoce.

—¿Taketora? Ni lo sueñes.

—Bokuto Kotaro. —corrigió con orgullo.

—No lo sé... —dijo no muy seguro.

—¡Por favor! —exclamó. —¡Usted es como mi abuelo! Es solo un favor, por favor, por favor. —rogó con un puchero en sus labios.

—Descuéntele la semana esa a Kenma.

Lo miró con una mueca y suspiró.

—Está bien, Tetsuro. —aceptó—. Pero solo una semana. El lunes en la mañana lo quiero en el trabajo puntualmente, ¿entendiste?

—Claro que sí, viejito.

Kuroo se dio vuelta y le sonrió, alzando su dedo pulgar.

Kenma le devolvió el gesto, realmente preguntándose cómo lo había hecho.

Tenía razón, Kuroo era único.

Idiota Persistente | KurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora