Noviembre 12

528 72 7
                                    

N o v ie m b r e 1 2


Ya no lo llamo pedazo de felicidad. Ya no sé cómo llamarlo. Tú eres mi felicidad. 

Cada vez que riegas las flores.

Y se caen.

Lo hago en silencio, ¿sabes? Donde no me escuches. A veces te veo y quiero que me regañes, quiero que me grites que lo he hecho de nuevo. Pero no eres así, siempre que llegas me sonríes. Tú eres quien me pide perdón como si tú te hubieras inyectado.

Has comprado varias cosas para la casa que a veces olvido que también vivo aquí. Tienes un diminuto refrigerador curioso, una alacena siempre con comida, tienes una mesa para dos, con sillas de madera, tienes cuadros de pintura, tienes ropa de colores que carga tu esencia. No me había dado cuenta, pero estás comiéndote a la casa.

Y le he dejado entrar a él demasiadas veces a la casa, le he dejado que observe tu taza blanca. Tu color favorito. El blanco no es un color, siempre me lo dices, pero es tu color favorito. Ha querido casi tocarla, y beber de ella. No lo he dejado, no lo dejaría nunca.

Le he dejado reírse de tu esencia en la casa.

Ha pasado por tus flores y las ha tumbado.

No te preocupes, recogí todos los pétalos para que no tuvieras que verlos en el suelo.

Pero otra vez llegaste y pediste perdón.

Como si tú hubieras aventado a los jazmines.

Y te culpo.

Te culpo tanto.


-El resentido hombre maldito.

AdictoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant