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Seven no recuerda un momento de su vida en el que no le miraran mal en el orfanato. Tampoco recuerda ningún momento fuera de este. Le habían dicho que llegó allí cuando era un bebé, y que era la decisión de la que más se habían arrepentido.


A las monjas no les gustaban Seven. Eso es algo que tenía más que claro.


Ellas creían que sus ojos eran una señal de que estaba marcado por el diablo, así que siempre lo mandaban a hacer tareas en el (inmenso) jardín o en la cocina para no tener que verlo.
Él las entendía. Tampoco gustaba de sus ojos. No parecían naturales y no eran normales, cosa que le había causado más de un castigo. Después de todo, las monjas "corregían" a cualquiera que osara desafiar las reglas o que no encajara con la imagen de la "maravillosa creación del señor".

Una parte de él odiaba a ese tal señor, fuera quien fuese.

Las niñas y los niños tampoco eran mucho mejores. Las monjas transmitían sus valores a los infantes del lugar (excepto a él, claro), así que nunca lo trataron bien. Se burlaban de su pelo, que siempre estaba hecho un desastre. De su piel, del color de las hojas en otoño. Y por supuesto, de sus ojos.

Él realmente odia sus ojos. No le gusta verlos. Seven no es normal y los demás se alejan de él por ello. Pero él no se enfada. Nunca lo hace. Solo un pequeño dolor se hace presente en su pecho.

Pero sabes que te lo mereces. Es culpa tuya, después de todo.

Él siempre está fuera. No le gustan las personas, le ponen nervioso. Siempre buscan un error suyo para echárselo en cara y castigarlo. Todavía tenía las marcas del último en la espalda.
Le gustan los animales. A ellos los entiende, y ellos a él, sorprendentemente. Unos son más agresivos porque quieren defender a sus seres queridos, otros son mas fríos porque sabes que los seres humanos no son amables, otros tienen prisa, pues no gustan de estar fuera de su hogar,...


Pero eso no importa para él. El muchacho sabe que si les ayuda y se gana su confianza, conseguiría que fuesen sus amigos. Y eso a él le encanta. Adora la sensación del calor que desprenden sus cuerpos cuando se acurrucan junto a él, de como otros gustan de hacer carreras con él (lo que muchas veces le provoca un ataque de asma), o de como algunos hasta le ayudaban con sus interminables tareas en el jardín.

Claro, que el niño ignoraba que no es habitual que los animales se encariñen tan rápido con alguien.

Las cosas en su vida eran así. A él le gustaban los animales y ellos gustaban de él. Jugaban, se hacían compañía.


A Seven, en cambio, se le ponían los nervios de punta cada vez que estaba de cerca de alguna persona, y estas, a su vez, no gustaban de él.


Lo dejaban de lado, lo despreciaban, lo castigaban.

 
Si no fuera por sus amigos estaría solo.

Entonces, si eso es así, ¿cómo era posible que estuviera recibiendo una visita de una persona por primera vez?


✨✨✨⭐✨✨✨


La profesora Minerva McGonagall es, sin duda alguna, una persona respetada, inteligente, seria, responsable y difícil de sorprender. Nadie contrariaba esto.


Cuando la mandaron para ir a informar al heredero más joven de los Black de que podría ir a Howgarts el curso que viene, se imagino hablar con una familia feliz. Muggles, magos, eso no lo sabía. Tampoco importaba. Pero se la imaginaba unida, con un niño pequeño feliz y algo hiperactivo.

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