1.-Varados

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Febrero, 2015

—¡En mi defensa le avise con tiempo, fue su culpa por no creerme!—

—¡Eso ni siquiera podría considerarse natural! ¿Cómo se supone que debía creerte?—

—¿¡QUIEREN CALLARSE!?—su caminar se detuvo al escuchar ese grito y por inercia tomaron una posición firme, su jefe dio media vuelta sobre sus talones, mirándolos con una expresión para nada contenta— ¡Los dos estrellaron el avión en el cielo, oficialmente destruyeron un avión de la forma más absurda posible!

Simplemente se quedaron quietos dejando que su jefe se desahogara, su molestia era justificada, además de destruir una aeronave muy, muy costosa, perdieron todo lo que llevaban en ella, cosas que habían conseguido con demasiado esfuerzo y que sin duda serían casi imposibles de reponer

Sumado a eso, estaban varados en Inglaterra, sin medios para comunicarse, ni comida o dinero, en medio de la nieve, pero al menos tenían sus armas, con ellas se sentían algo seguros, lo malo es que no eran para nada discretas y debían esconderse si no querían que algún policía los viera como potencialmente peligrosos

Ya había anochecido, habían tenido que alejarse del lugar donde los restos del avión cayeron, no querían arriesgarse a ser relacionados cuando mandaran a un grupo para investigar el accidente, y desde entonces habían estado deambulando entre los callejones de la ciudad, ninguno tenía claro qué podían hacer para salir de ese problema

—Veamos un poco el lado bueno... ya dejó de nevar—Patryck fue el primero en tratar de calmar los ánimos de su jefe, que aún lo miraba molesto, pero intentó relajarse, haciendo corajes no ayudaría en nada

—De acuerdo—se apretó un poco el entrecejo para centrarse y pensar—¿Además de las armas, qué tenemos?

—Yo tengo 70 coronas—mencionó el de cejas pobladas, sacando las monedas de su bolsillo, contándolas en su mano

—De todas maneras no nos alcanzaría para nada—

—No lo menosprecies, Patryck, es seguro lo único que tenemos-el de mechas guardó silencio sólo porque tenía razón—

—Entonces deberíamos buscar algún lugar donde pasar la noche, ¿Creen que éste callejón esté bien?—por más que quisieran que lo dicho por su jefe fuera en broma, sabían que no tenían muchas opciones de dónde quedarse, era eso o abajo de un puente

—Pido el pedazo de cartón del fondo—dijo el de mechas caídas con algo de resignación adentrándose con su compañero al callejón

El noruego se quedó unos momentos en la entrada, la calle en ese conjunto de edificios parecía curiosamente desolada, uno que otro auto pasaban pero no es cómo si les importase un tipo cualquiera en la calle; después los siguió, el callejón no estaba tan sucio pero el olor de los contenedores de basura molestaba un poco

De no haber pasado muchas veces antes por situaciones en las que tener un lugar cómodo o siquiera algo de comer era la menor preocupación, ahora mismo estaría estrangulando a sus subordinados

El clima frío tampoco era problema, estaban acostumbrados, además de entrenados para caer dormidos cuando, donde y cómo quisieran, así que, a los dos minutos de haberse sentado y recargado en la pared, sus subordinados ya estaban dormidos

Tord se tomó unos minutos más para pensar en lo que harían mañana; su armada se movilizará de inmediato cuando vieran que no habían regresado, pero sin nada con lo que los pudieran rastrear, salvo por el registro de localización del avión, el cual posiblemente la última ubicación fue encima de Londres antes de destruirse, dejaba un margen muy amplio de donde buscar, sus hombres la tendrían difícil para encontrarlos

Entonces lo primero que debían hacer, era conseguir dinero o un teléfono; sonaba más fácil de lo que sería, tenía algunas ideas, cómo encontrar un trabajo en el cual no pidiera que se identificarán demasiado o mendigar, robar sería muy arriesgado debido a sus uniformes, pero sin duda, la que menos le atraía era buscar a sus viejos amigos, sería una de sus últimas opciones

...

Cuando despertó parecía que apenas estaba amaneciendo; su espalda le dolía un poco por haber pasado la noche recostado en la fría pared del edificio, pero no era nada que no aguantara

Sus subordinados aún dormían, Paúl con la cabeza caída de lado y Patryck recostado sobre el contenedor de basura a su lado

Se levantó sin hacer ruido y se dirigió a la acera al lado de la calle, para su sorpresa la calle seguía igual de desolada, siendo de día esperaba ver más actividad, pero sólo había un par de autos mal estacionados. Por mucho que prefería que el lugar estuviera así de calmado para no tener que esconderse, era demasiado extraño, tanto como para incluso mantener la guardia en alto

Caminó un poco por la acera, incluso por medio de la calle tratando de buscar a alguna persona que le diera un indicio de vida en ese lugar, pero nada; no le sorprendería ver una planta rodadora cómo en las películas de vaqueros. Cuando estaba dispuesto a regresar al callejón, detras de uno de los autos vio algo moverse, se acercó con cautela comenzando a escuchar ruidos extraños, como carne cruda siendo masticada; no estaba tan lejos de lo real, era una persona, comiendo lo que quedaba de los sesos de un cadáver a su lado

Fue una sorpresa pero no se asustó, estaba acostumbrado a la sangre y tripas, aunque no pudo evitar soltar una ligera arcada, olía a muerto y no era precisamente el cadaver

La segunda sorpresa fue cuando esa persona que comía a la otra lo miró y logró notar lo verde y podrido de su rostro, supo de inmediato que era un zombie, lo sabía por las películas

El zombie se levantó, olvidándose de la carne vieja y yendo directo hacia el noruego, pero no era tan rápido, y tuvo tiempo de tomar su arma y darle un fuerte golpe con la cantonera en la cabeza. La aplastó muy fácilmente y el zombie cayó

—¿Será que... ?—Se agachó al lado del cuerpo, picando su ojo sin vida con el cañón de su arma. Un grito a lo lejos llamó su atención y pudo ver a un grupo de personas corriendo de varios zombies, se agachó tras el auto y dejó que pasaran

Pudo ayudarlos, pero un bebé aprendiendo a caminar era más rápido que esos zombies, quien muriera comido era o muy desafortunado o muy estúpido. Sin moros en la costa regresó al callejón donde sus subordinados aún dormían como si nada estuviera pasando. Les dio un golpe en la cabeza a cada uno y se levantaron cómo resortes

—¡¿Qué?! ¿Qué pasa?—El de mechas tomó su arma apuntando sin querés a la cabeza de su líder, éste con un manotazo la quitó de enfrente

—Tenemos un problema, hay que moverse si no queremos que nos maten—Dijo sin más y salió de nuevo del callejón, esta vez seguido por sus subordinados que no necesitaron más explicaciones

Se enterarían de todos modos cuando vieran el alboroto ahí afuera...

Los Mejores Errores | TomTordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora