Capítulo 50

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—Ah, está bien.

Comió una paleta más y sonrió tímidamente.

—La torre no utiliza contratos de trabajo.

—... ... ¡Eso, así!

¡Un lugar como la guarida del diablo!

—Tal vez me buscan, pero ni siquiera piensan que estaré en la capital.

—¡No hay ningún problema aunque vengan! ¡Porque usted está atado a un contrato legítimo con la familia Webber!

El contrato está bajo la protección de la ley y del emperador.

Así que nadie puede hacer que deje de trabajar en esta mansión.

A menos que las partes del contrato lo acuerden.

—No puedes dejar a la familia Webber. ¡Nunca!

Dijo Irene con un tono de convicción, como si tratara de tranquilizarlo.

Nicolás, que la miraba fijamente a la cara, sintió un pequeño escalofrío.

—Huh... ... Da un poco de miedo.

Es decir, que Irene parecía tener un gran plan o proyecto para mantenerlo a su lado.

—¿De qué hay que tener miedo? ¡Puedes vivir en la capital y cumplir tu gran sueño de convertirte en ayudante del príncipe heredero!

Al decir eso, Irene se asustó aún más, pues tenía los ojos muy abiertos.

Por alguna razón, dije 'No te dejaré ir a menos que te conviertas en un ayudante. Te maldeciré para siempre'.

Nicolás tampoco podía quitarse de encima la sensación de que su vida iba en la dirección equivocada.

Por supuesto, eso no significa que quiera volver a la torre.

* * *

—Señorita, necesitas dormir ahora.

A las nueve de la noche, el viejo mayordomo vino e informó a Irene de que era hora de acostarse.

La razón por la que el mayordomo, que normalmente habría salido del trabajo, tenía que quedarse hasta esa hora era sencilla.

Es porque el padre de Irene, el conde Webber, aún no ha salido del trabajo.

—¿Todavía no ha venido mi padre?

—Me llamaron hace un rato y me dijeron que volvería antes de medianoche. Me pidió que le dijera a Irene y a Benjamín que los quería mucho.

El viejo mayordomo pensó que la carta de su padre era un poco embarazosa, así que se rascó humildemente la mejilla.

—Siento trabajar hasta tarde.

Irene inclinó la cabeza y se disculpó con el mayordomo.

—No. De todos modos, pensé en quedarme más tiempo por Nicolás Archel.

—¿Por el profesor?

Preguntó Irene con el corazón esperanzado.

—Sí, no sé por qué, pero está sufriendo dolores de estómago de origen desconocido. No para de entrar y salir del baño, y cuando le pregunto qué demonios ha comido, no me contesta.

Además, parece que los adultos tenían razón.

—Por favor, dígale al maestro que espero que se recupere pronto.

—Sí, aunque no fuera así, dijo que su trasero, que había pasado por muchos problemas, estaba tan destrozado que estaba a punto de ir a aplicarse alguna medicina.

ᴀ ɪʀᴇɴᴇ ʟᴇ ᴘʀᴇᴏᴄᴜᴘᴀ ꜱᴜ ʜᴇʀᴍᴀɴᴏWhere stories live. Discover now