Parte I

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Levanté la tasa de porcelana para llevarla a mi boca, el té estaba en su temperatura perfecta por lo que bebí sintiendo el líquido caliente descender hasta calentarme el estómago ¿había sensación más agradable que esa?.

Levanté la mirada nuevamente para observar a Thomas sentado delante de mi, la paliza que le habían dado lo había dejado horrible, su ojo derecho tenía un derrame y cada cierto rato se apretaba la nariz con un pañuelo para hacer que la sangre cesara.

– Te ves asqueroso.

– Tu te ves como una monja frigida – Me cubrí la boca, pero el té salió disparado para caerle encima a mi hermano por la profusa risa que su comentario me provocó.

– Traigo lencería debajo de mi hábito.

– Eso es aún más asqueroso – Sonrió limpiándose las salpicaduras del rostro – bien, hermana.

– Habla, hijo mío – Tommy me regaló otra sonrisa acomodándose en su silla en mi despacho, las altas estanterías repletas de libros proyectaban sombras alargadas por la alfombra color verduzca.

– ¿Lo pensaste?

– Claro que lo pensé, Thomas – Suspiré bajando la taza y observando a mis espaldas para tomar el cigarro de las manos de mi hermano y llevármelo a la boca – no te voy a negar que dejar el convento y está mierda de disfraz es una idea que me encanta, pero no puedo.

– ¿Qué dices Neè? Ya tenemos todo listo.

– Tommy.

– Él te metió aquí obligada, se hizo de tus tierras, tu casa, todo, está muerto Neè, Arthur, John, y yo ya no somos niños, podemos defenderte.

– No es miedo lo que me ata a la congregación Thomas...

– ¿Qué? ¿Encontraste los caminos de nuestro señor? – Me increpó sarcástico.

– No, encontré el amor en estos niños – Thomas se reclinó en su silla restregándose el rostro – son huérfanos, Tommy, pobres ratas despreciadas tal como...

– ¿Tal como tu y yo? ¿Como Arthur y John? ¿Como Ada, y Finn? No vas a recuperar nuestras vidas salvando a estos niños.

– Pero puedo salvarlos a ellos – Se acomodó en la poltrona observandome largamente, algo en su mirada cambio, Thomas era un hombre muy duro, necio, y frío, pero cuando lo vi asentir pausadamente supe de inmediato que entendía a que me refería, que comprendía qué era lo que estaba haciendo allí, quizás realmente había encontrado el sentido de mi vida, el significado, la misión que había venido a vivir además del sufrimiento, y las armas de los Peaky blinders.

– Creí que querrías salir de aquí.

– Quiero, este dios no es mi dios, este hábito se mierda me ahoga todo el tiempo, y ya nisiquiera recuerdo cómo se siente un maldito revolcón...

– Demasiadas palabrotas para una hermana de la congregación...

– Los niños, Tommy, lo hago por ellos.

Thomas suspiró sonoramente, casi vibraron los vitrales ante el sonido resvalandose de su garganta ¿estaba decepcionado?

– Esperaba que pudiéramos volver a ir juntos por ahí, a qué hicieras las veces de mi guardaespaldas, y bebiéramos cerveza en la orilla del lago como hace mil años.

– Esos tiempos ya pasaron, cariño. No volverán. Hago más aquí, que allá afuera con los Peaky blinders – Thomas se levantó para acercarse a mí, e inclinándose me tomó de las mejillas besando mi frente con suavidad, dándome su bendición.

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