Capítulo IV

61 5 1
                                    

Tonio está loco por sentir esos glúteos redondos opacar sus manos, que absorbiera el calor de ellos y disfrutara de la esponjosidad de estos. Quería tener su tronco aplastado por esas paredes llenas de carne y músculo, que su miembro fuera abrazado por el interior del ano del amado biólogo. Quiere mancharlas de su semilla, decorar los intestinos con la blancura de su semen; quiere ver a su hombre a punto de desmayarse por el calor y que le implorara por seguir más y más en la embestida. Que lo llenara por completo, que le diera hasta para llevar al hotel, que soltara toda su esperma para que pudiera tratar de embarazarlo.

El cocinero mira con detalle el rostro de su compañero, luego recorre la vista a los labios hinchados y subía otra vez para enfocarse en aquellos ojos brillosos, con pequeños destellos rosados. Sonrió y le dio una mordidita al labio inferior.

Levantó las piernas de Jotaro para tenerlo sentado sobre la mesa. Sus manos hacían un gran trabajo al tocar los muslos que aún no han sido desnudados, los acaricia hasta llegar a la rodilla y vuelve con la misma calma e intensidad a las caderas. Lo escucha gemir por su tacto, lo escucha suspirar por su calor. Tonio se sentía en las malditas nubes de la gloria. 

Vio como sus caricias fueron respondidas al momento que las manos del pelinegro también empezaron a  jugar con su cuerpo. Kujo se encargaba de tocar la espalda, los hombros, el cuello, y los pectorales, ansiando por tirar de los pezones de su cocinero y querer saborearlos como un bebé. 

Ambos se están divirtiendo. Ambos están conectados con su lujuria. Ambos responden a sus placeres. Jotaro habló:

--Tan amable en tus conversaciones, tan directo; tan pervertido en tú mirada, tan tierno y dulce... --se acerca a la oreja ajena, listo para que lo escuchara directamente. --Tu osadía hizo que me cautivaras desde la primera vez que pisé el restaurante, pero eres impaciente..., muy impaciente... Apresuraste las cosas y yo reaccioné con violencia, hasta el punto de querer matarte.

--Mi desesperación ya estaba al límite, no podía aguantar más..., necesitaba besarte, necesitaba sentirte. Que tu piel y mi piel chocaran, que se rozaran, se sientan y se unan en una sola. Sé que hice mal, y te pido perdón por todo lo que causé...

Jotaro lo calló con sus labios haciendo que  los movimientos fueran rudos, feroces, que no dejara entrar para nada el aire y que se ahogaran con sus salivas.

--Deja de disculparte y métemela.

...

Tonio mueve las caderas muy lento, la tortura para el biólogo es grandiosa. El sexo lento le gusta, le encanta y necesita que su cuerpo fuera más maltratado. Sentía como su pene le dolía por la falta de atención de él y del otro hombre, al igual que sus pezones que imploran por ser tirados, mordidos y pellizcados por el chef. Jotaro ansiaba las fuertes nalgadas, los chupetes en su espalda y cuello, las palabras sucias cerca de su oreja, y que sus labios pronunciaran solo el nombre del responsable.

El cocinero observa esa espalda desnuda con sus toques musculares, con las cicatrices de las batallas que ha tenido este tipo en sus tiempos anteriores. Está deseoso por probarlas, por pasarle su lengua tentadora y dejar su rastro de saliva, por darle besos mojados y que sus dientes mordieran con debilidad la piel. Quería verter el dulzoso jarabe en esa línea excitante que dividía la espalda, recorrer y saborear la carne sudorosa de su amado colega, adornarlo con el color de la mermelada de fresas, aromatizarlo con la fragancia de las naranjas dulces, bañarlo con el sabor del vino más añejo y cotizado por todo el mundo.

Tonio quiere comerlo, probarlo con pequeños bocados para degustar los sabores que anhela poner en Jotaro.

--Sigue así..., me gusta profundo.

Delicioso pastelillo (Tonio Trussardi x Jotaro Kujo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora