CAPÍTULO 3

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Lyra

El cielo brindaba colores anaranjados y rosados y el sol ya salía en la línea del horizonte que se asomaba tras la gran capa de agua que esa mañana estaba en calma. Estaba sentada en la silla de madera de la terraza mientras veía que no había oleaje y eso me transmitía paz y tranquilidad hasta que lo vi a él.

Rhys Floyd el chico más odioso que conozco. Estaba tumbado sobre la tabla de surf viendo el amanecer, con los brazos tras su cabeza mientras que el agua le mecía calmadamente.

Su piel bronceada brillaba bajo los primeros rayos de sol y su pelo rubio casi oscuro revoloteaba por la brisa mañanera de Hawái.

Estiro los pies y respiro hondo, agarro entre mis dedos un libro que tenía sobre la mesa de madera y comienzo a leer pero mi mente está en otro lado. Quizá en el chico de ojos azules turquesa que sale del mar con la tabla de surf bajo su brazo derecho tatuado o quizá en lo ridícula que he sido al taparme la cara con el libro cuando sus ojos se han cruzado con los míos.

Vive en una caravana de color azul y blanca, todos los veranos viaja en ella, recorre el mundo y cuando las vacaciones se acaban vuelve aquí y sigue con su vida, sin embargo, yo me paso los 365 días en el mismo lugar, con el mismo paisaje todo el tiempo.

Respiro hondo y cierro los ojos, disfrutando los primeros rayos de sol sobre mi piel.

Me levanto de la silla y me adentro en la casa de madera, paseo mientras riego las plantas verdosas que le dan vida al lugar y comienzo a ordenar la estancia.

Es el primer día de verano en Hawái, el clima es cálido, al igual que el resto del año. El sol caliente se colaba por la gran cristalera que daba una gran visión al mar que estaba a escasos metros de mi casa.

Nubes grises se formaban en el cielo poco a poco, abriendo una gran tempestad.

El último anochecerWhere stories live. Discover now