• Y ahora, qué? (Parte 2/2)

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Se separaron y permanecieron un instante en silencio, con sus frentes unidas, sintiéndose, oliéndose y calmando su ansiedad. Fue entonces cundo se atrevieron a abrir sus ojos. No era un sueño, estaban ahí, y tenían delante lo más hermoso de la vida: el amor. Se miraron y se sonrieron, no sabían qué decirse, y tampoco tenían claro que hiciera falta decir nada.

Y ahora, ¿qué?

O: - ¿Estás seguro que hice bien en venir? - Le preguntó ella, aún sin estar convencida. - No quiero generarte problemas con nadie, o... - Alejandro la interrumpió.

A: - ¿Problemas con quién? Claro que no. - La abrazo y escondió su cara en el cuello de ella, inhalando su aroma. - Por supuesto que hiciste bien en venir, amor. - Y depositó un ruidoso beso, para luego susurrarle en el oído - Y no. No hay otra persona en mi vida, puedes estar tranquila. Pero buen intento... - Dijo divertido, descifrando a la perfección su intención oculta.

O: Al verse descubierta sólo pudo sonreír, y responder a su abrazo de la misma forma. - Necesitaba estar segura.- se excusó.

A: - Pues puedes estar complemente segura y tranquila. Tú sigues siendo la única mujer en mi vida, Ojos. - Mirándola fijamente a los ojos.

Ella sonrió satisfecha.

A: - Ah, caray... - Se puso alerta, observando a su alrededor.

O: - ¿Qué? - Preguntó ella, sin entender otra más de esas salidas típicas de su Alejandrucho.

A: - ¿Vamos a pasar la tarde aquí en el pasillo o podemos entrar al departamento? - Cuestionó serio, pero divertido.

O: - ¿Me va a invitar usted a su departamento, señor Salas? - Dijo ella sin poder parar de mirar cada detalle de su cara.

A: - ¡Claro! - Respondió mirándola de igual modo. - Todo lo que yo quiero hacerle, no se puede hacer en un pasillo, señora María... - Añadió seductor acercándose más a ella.

O: Una corriente eléctrica recorrió su espalda. - Ah, ¿no? - Preguntó igual de coqueta - Pues entremos entonces... - Dijo seduciéndolo con todo su cuerpo.

Alejandro esbozó una enorme sonrisa, le tomó la mano y corrió a toda prisa hacia el interior de su departamento. Una vez allí, se abrazaron, se olieron, se sintieron y se besaron tanto como quisieron.

Un par de horas después, se encontraban recostados en el sofá, ella apoyada sobre su pecho y él estrujándola como si temiera que pudiera desaparecer. No querían separarse ni un instante, no fuera que la vida les jugara otra mala pasada y todo se esfumara.

O: - Mmm... tengo miedo de pensar en lo que viene ahora. - Dijo ella con sus ojos cerrados, disfrutando de las caricias que Alejandro le regalaba sobre su cara con la yema de sus dedos.

A: - ¿Y qué viene ahora? - Sin cesar su ardua labor de dibujar al detalle ese rostro que tanto había extrañado.

O: Ella exhaló fuertemente. - No lo sé... - Sé que es redundante, pero seguía gozosa de tener a su oso pegadito a ella, y no podía disimularlo.

Los dos se quedaron pensativos por un momento. Necesitaban decidir juntos cuál sería el siguiente paso, hacia dónde ir.

O: - Yo... yo no puedo pedirte que renuncies a esto, Alejandro... - Dijo ella bajando la mirada. - A lo mejor... no sé... yo pueda buscar la forma de salir adelante aquí. No lo sé, flores hay en todos lados y podría viajar con frecuencia a ver a mis hijos y ellos venir... - Pensaba en voz alta.

Ojos y Alejandrucho • Mirada de Mujer Where stories live. Discover now