Capítulo ocho: No puedo hacerte el amor.

8.2K 789 723
                                    

ASHER

Fue como caer en una fosa caliente, como hundirse en un lago de deseo doloroso, un extasis deleitable que arrojó lejos cualquier pensamiento de probar unos labios diferentes. Kilian se había adueñado de mi, con un solo beso, él me había arrebatado una primera experiencia.

Jamás pensé que haría por primera vez eso con alguien como él, con un hombre tan oscuro y tenebroso.

Él respiraba contra mi boca mientras me seguía sosteniendo con fuerza encorvado gracias a la diferencia de estatura, sentía mis piernas temblar, como si él tatuado me hubiese arrebatado la energía con el roce de nuestras lenguas. Él me veía a los ojos y era extraño, porque no podía ver mas que el color negro en ellos, y aún así sentía que algo brillaba.

No podía controlar los latidos de mi corazón, como si fuese a desmayarme en cualquier momento, había obtenido algo de Kilian, y se sentía de la forma más correcta del mundo, aunque todo él fuese incorrecto.

—El día que me conozcas no volverás a verme con esa sonrisa estúpida que tienes en el rostro— murmuró dejando de sostenerme, fue como si un balde de agua fría cayera sobre mis ropas, temblé, pero más por la forma en la que frunció el ceño y levantó el mentón, volviendo a su papel de frío.

—Y-yo, Kilian... — balbuceé.

—No vuelvas a mirarme de esa forma, o juro que romperé cada uno de tus huesos, Asher.

Negué, él no lo decía de verdad, me había besado de una forma muy intensa, ni siquiera en la televisión un beso se había visto igual, él realmente me había besado de un forma única, como si quisiera que nunca lo olvidara. Él no podía hablar en serio, así que con un poco de miedo alce mi mano hacía su pecho, le miré esperando una reacción, pero finalmente la dejé ahí, él miró mi mano y luego a mi.

—No digas cosas que no harás— murmuré, no estaba al cien por siento seguro de que no fuese a golpearme, pero tanteé mi suerte.

Me acerqué más reemplazando mi mano por mi rostro, y le abracé. Aunque él nunca se movió, y sólo pude oír su corazón latir rápido, aquellos mismos latidos se mezclaron con los míos.

—Tal vez sólo necesito conocerte y ahí te diré si seguiré sonriendo al verte...

—¿Por qué quieres conocerme?— bufó posando sus manos en mis hombros para tratar de alejarme, lo abracé con más fuerza —No lo resistirías.

—Sé que soy débil— respondí con un nudo en la garganta —Pero he sobrevivido a los golpes— lo solté y lo miré a los ojos —Eso me hace un poco fuerte. Creo que podré conocerte.

—Deja las mariconerias, ya no sigas con tus cosas raras— dijo rodeándome y sentándose en su cama sin mirarme, comenzó a quitarse las botas.

—Entonces no sigas— dije con el ceño fruncido —Parece que no te das cuenta que no soy un chico cualquiera...— bufé, él soltó una risa.

—¿Qué te hace diferente?— alzó una ceja poniéndose de pie y desabrochándose el pantalón, pasé saliva. Me hizo sentir poco.

—Yo no soy como otros, yo si siento, no sólo sirvo para que toques mi cuerpo o me beses— bajé la mirada con molestia.

—Entonces será mejor ya no vernos— dijo sin más, no le vi.

¿Qué hacía haciéndome falsas ilusiones? Era claro que él nunca sentiría lo que yo al besarnos, para él al parecer solo había sido un beso más. Y eso hizo doler un poco mi pecho, porque yo lo sentí todo.

—¿Me llevas a mi casa?— pregunté.

—Dormiré ahora— respondió —Mañana temprano.

—Entonces me iré solo— dije abriendo la puerta.

SuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora