Flores marchitas.

286 22 3
                                    

(Isabela)

Fui la última en la fila para entrar a ver el altar de mi hermana por primera y tal vez última vez. Cerrando la puerta tras de mí, vi de reojo el estante lleno de velas y fotografías, y las lágrimas que había estado aguantando incluso antes de entrar a la habitación empezaron a caer como una cascada salada.

Mientras más me acercaba, más se me nublaba la vista.

Rompí las costuras de mi vestido al sentarme hecha bolita frente al altar.

—Me ha tocado ser la representante de nuestra familia, hermanita.—expliqué con los ojos cerrados—Mamá y papá no tienen fuerzas para salir de su cuarto durante el día, y Luisa y el tío Bruno no parecen poder dejar de llorar desde que no estás. Nadie tenía ganas de venir a llorarte aquí, porque ya lo están haciendo allá. Pero yo he venido a verte porque necesito ver tu rostro una vez más.

Me estiré para tomar en mis manos una fotografía de nuestra niñez. Recordaba ese día como si hubiese sido ayer.

Mirabel adoraba mis flores y palmas, y un día me rogó por un columpio de girasoles para ella. La abuela me pidió en un principio que no lo haga, pues arruinaría a Casita, pero yo no me pude negar. Lo escondimos tras la puerta y mamá nos descubrió, pero nos vio tan felices que antes de quitárnoslo, no pudo evitar tomarnos una foto; Mirabel sentada, y yo empujándola hasta que sintiese que volaba.

—Mirabel, te has ido justo cuando más te quería a mi lado.—le reclamé al cielo por habérmela quitado—Te debo toda la felicidad que algún día vuelva a encontrar. Perdóname por haber sido la peor hermana del mundo, hermanita. Ahora, te digo en serio, preferiría que en vez de haber sido tú, hubiese sido yo.

Yo era llamada ángel por la familia, pero si entre mis hermanas alguna merecía irse de allí, esa era yo.
El verdadero ángel entre todos había sido Mirabel, y todos nos dimos cuenta demasiado tarde.

—No logro brotar rosas frescas sin ti aquí. Mis flores se marchitan rápido, porque crezco el sentimiento del momento.—abracé la foto con todas mis fuerzas y finalmente rompí a llorar sin ahogar sollozo alguno—Creo que soy la peor, y por eso actúo como si fuera la mejor. Y toda mi infelicidad me la quitaste de golpe, y necesito que sepas que, el día en que te grité que te odiaba, mentí. Te amo, hermanita, y así será siempre.

(Mirabel)

—Yo también te amo, Isa.—susurré.

Nadie me escuchó.

SiempreWhere stories live. Discover now