Capítulo 39

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La grandeza y el poder constantemente ciega a las personas, se dejan llevar tanto que no miden sus actos, ni las consecuencias.

Tantos años de odio y equivocaciones, y no aprenden, se aferran a un poder que no les pertenece, pero estoy tan harta de ver sufrir a gente que no lo merece.

Con la mente llena de rabia hacía el responsable, me pongo a trabajar, horas y horas, en compañía de los cabecillas, mandamos equipos a revisar los lugares que memorice y ponemos en marcha nuestro plan de ataque.

Las problemas no se van a solucionar de un día a otro y por supuesto no van a desaparecer hasta arrancarlos de raíz.

Son dos días enteros planeando, al tercero sale el primer escuadrón de rescate si es que se le puede llamar así.

Hable con Celeste, años trabajando con la Abuela, siempre se ha sabido que los mayores peligros del reino son los empleados, ellos escuchan, ven y saben cosas que nadie más podría hacerlo, y fácilmente podrían derrocar reinos con tantos secretos que saben, sin embargo, prefieren ser leales y ayudan, jamás se me pasó por la cabeza que existiera un grupo de apoyo conformado por empleados, de todos los reinos.
La información era segura, el primer escuadrón encontró 10 personas en una fabrica que ya no funcionaba, estaban todos a oscuras y amarrados.

Dos días de investigación, no dieron respuestas, los hombres no sabían quién o porqué les habían hecho eso.

Estaban maltratados y apenas alimentados, fueron puestos bajo seguridad para que no les pudieran hacer nada nuevamente.

—Deberías tomarte un descanso cariño.

Niego con la cabeza al comentario de la abuela, estoy revisando los próximos rescates, entre más rápido nos movamos, menos van a tener oportunidad de actuar en contra.

—No has parado ni un segundo, tu cuerpo te lo va a exigir –pasa sus dedos por mi cabello.

—Abuela necesitamos acabar con todo esto de una vez, no podemos dejar que las personas sigan saliendo lastimadas.

—Simón va a estar bien

—¿Y crees que eso les importa a los que hacen todo esto? —pregunto frustrada— Ellos no ven a quien lastiman, sólo hacen las cosas.

El silencio nos invade nuevamente pero me dejó caer en la silla.

—Perdona abuela, no puedo ver que dañan a mis allegados.

—Entiendo, es difícil, pero todos están trabajando tan arduamente, incluido el joven regente, si siguen así las cosas pueden salir en contra si no se toman un descanso para respirar y volver al ruedo.

Es cierto, no se en que trabaja el regente pero se la pasa hablando con sus hombres que entran y salen del castillo, Aaron los tiene en la mira por que no confía en ellos. Stefan regresó a su reino en Valencia por asuntos internos, y también para verificar el punto que recuerdo haber visto en el mapa, tiene que rendirme cuentas también.

Nadie sabe que trabajo en conjunto de Celeste, más vale prevenir, en esta ocasión no puedo confiar en nadie que no apoye al reino.

Me pongo de pie y abrazo con fuerza a la abuela.

—Tú dando consejos de descanso y eres la que más trabaja.

—Tengo que aprovechar mis últimos días de reinado, próximamente tú serás la que trabaje y yo descanse.

Asiento con una sonrisa, se lo merece, lleva tantos años a la cabeza que me sorprende que no se haya dado por vencida.

—Tomare aire en el jardín un rato antes de acostarme, mañana en la mañana es el primer anuncio oficial.

—Esperemos que todo marche sobre ruedas.

Asiento y salgo del estudio, con tantas cosas en las que se están trabajando no hay tantos guardias en los pasillos, Aaron trabaja en conjunto de la guardia real, y mientras Simón sigue en recuperación, me han puesto a otro miembro a escoltarme por el reino.

Hace una inclinación de cabeza cuando salgo y me sigue, bajo las escaleras y recorro el pasillo hasta llegar al jardín.

Hay pocas luces encendidas, por medidas de seguridad el muro se encuentra a oscuras, pero donde me gusta pasar tiempo esta bien alumbrado, me siento y el escolta se queda a unos metros respetando mi privacidad.

Tomo una bocanada de aire, alguien carraspea y me giro a mirar a Celeste.

—Buenas noches Majestad.

—Buenas noches Celeste.

Se sienta a mí lado, nuestros encuentros siempre son a escondidas y muy cortos, pero no habíamos acordado reunirnos hoy, así que le pregunto si ha pasado algo.

—Perdí el contacto con Elvira –mis puños se cierran con fuerza— Me temo que alguien nos ha echado de cabeza.

—¿Alguien más del Reino que no sea yo sabe de su grupo?

—Solamente la Reina y usted, fuera de eso la mayor parte de trabajadores del reino, pero siempre se hasta donde darles información.

—¿Entonces cómo pudieron saber?

—Tal vez simplemente se cambiaron de residencia para prevenir, tenemos varias guaridas al rededor de Aragón.

—Mañana enviaré un escuadrón a checar y sino están, revisaremos donde me indiques.

—Se lo agradezco, de igual manera espero recibir noticias de ella en el transcurso de la noche.

Asiento y se pone de pie, comienza a avanzar en sentido contrario de las puertas al palacio pues el servicio se aloja a un costado, miró como avanza a paso moderado pero algo más capta mi atención, entre las sombras del muro puedo captar movimiento.

Me pongo de pie a punto de llamar a mi escolta para que verifique el área cuando alguien derriba a Celeste.

—¡Celeste!

Dispuesta a ayudar a la mujer corro en su dirección pero mi el escolta me llama, no alcanzo ni a dar dos pasos cuando alguien me derrumba a mí también.

Me muevo desesperada al sentir un cuerpo encima, es un hombre, recuerdo mis clases de defensa personal y sin pensarlo muevo mi rodilla hacia arriba, suelta un alarido pero no se quita de encima.

El escolta llega y lo arroja de una patada a otro lado pero otra persona sale de entre los arbustos y le impacta un golpe, me doy la vuelta tratando de correr pero alguien hala de mi pie, caigo sobre mi estómago y la barbilla me truena contra el pavimento.

Me voltean y me sueltan una bofetada que me hace sentir el sabor amargo de la sangre, el oído derecho me zumba por el golpe, otro escolta aparece y me quita nuevamente al agresor, trato de ponerme de pie pero el mismo tipo me da una patada en el costado que me deja sin aire.

Escucho los gritos de Celeste y siento la impotencia, las luces comienzan a encenderse, como puedo me pongo de pie y mi corazón late desbocado cuando otro hombre se acerca a mí con un cuchillo en alto.

—¡Larga vida al Rey!

Soy incapaz de moverme, suena un estruendo y algo salpica mi rostro y vestido, el hombre cae al piso con el tiro entre las cejas, a su espalda puedo ver al rubio con la arma entre las manos y yo sólo puedo agacharme a vomitar.







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