Capítulo 35.

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Hay un mar demasiado claro frente a mí, la brisa me salpica causando que me estremezca, hay una calma extraordinaria.
Doy dos pasos adelante caminando hacia el mar, la agua moja mis pies; está helada.

Alzo la vista al cielo, que se encuentra en un tono grisáceo, haciendo lucir el mar más limpio, más claro, más cercano a mí.

No se cuanto tiempo me quedo así, viendo las olas ir y venir, sintiendo la calma y la calidez que me entrega el mar azulado, hay un grito lejano, incluso pareciera como si viniera de mi cabeza.

Pero entonces nuevamente hay un grito, giro el rostro buscando a alguien pero la isla parece estar vacía.
Me giro quedando de espaldas al mar, sigue estando vacía.

Mi mirada barre el lugar completo y cuando me giro nuevamente a disfrutar el mar me doy cuenta de que las olas y el agua ya no es de un azul claro, sino que parece un mar rojo.
Mi ceño se frunce tratando de entender que sucede.

La calma que había sentido se desvanece, mi corazón se acelera y por algún motivo mi vista se va a mí pecho, mi ropa está llena de sangre.

Niego con la cabeza y cuando el grito nuevamente retumba me levanto exaltada en mi colchón.

Mi corazón late con fuerza y tengo la respiración acelerada, mis manos sujetan mi pecho con fuerza y siento lágrimas picar en mis ojos.

—Princesa —me llama una chica que limpia mi baño— ¿Se encuentra bien?

Niego con la cabeza pero no puedo pronunciar palabra alguna.

(...)

Salgo del baño ya cambiada y veo que han subido mi desayuno como lo pedí, también noto que Will espera por mí.

—Te vez mal.

—Tuve una pesadilla.

—Bueno cariño, lamento decirlo pero actualmente estamos viviendo una pesadilla —dice con pesar—Mira que para estas fechas se realizaría la asamblea general de reinos y tendríamos el palacio lleno de príncipes guapísimos.

—Claro, Fausto nos declara la guerra y lo único preocupante es el ritual de la coronación.

Ruedo los ojos y me da un manotazo.

—Ahora dime qué hace el regente de otro país aquí —entrecierra los ojos en mi dirección— Y no es sólo otro país sino que es el regente de Liechtenstein.

Suspiro y muevo mis hombros.

—Aún no lo sé —confieso— Ayer que charlamos dejamos inconclusa la conversación, además en Liechtenstein tuvimos nuestros problemas.

Abre los ojos con sorpresa.

—¿Qué?

—No sabía que era el regente del país y le di una bofetada.

Nuevamente abre los ojos pero ahora con exageración.

—¡Te das cuenta de que él pudo venir aquí a castigarte! —lleva su mano al pecho— ¡O peor aún, viene a dar ayuda al rey Fausto!

Niego rápidamente.

—No hagas suposiciones tan dramáticas Will.

—Es que no me lo creo, te dije antes de irte que no te metieras en problemas ¿y qué haces? ¡Vas y te metes en problemas! —bufa— Te superas cada vez más.

Suelto una risa y él se une soltando una carcajada.

Cuando se tranquiliza me acerca la bandeja con comida.

La Corona de Aragón.Where stories live. Discover now