Hospital

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Cuidar de alguien más le otorgaba un propósito, saberse necesaria y útil se convirtió en el estímulo que iluminaba sus zonas oscuras. Se redimía a cambio de un atisbo de gratitud. A veces llegaba en forma de un abrazo, de palabras cortas o de frases largas, pero por lo general se expresaba en miradas compasivas y llantos silenciosos que terminaban en un apretón de manos o alguna caricia en el hombro.

Lo que nadie percibía es que se sentía egoísta por recibir a cambio de sus servicios más de lo que creía merecer, volverse adicta a la sensación de haber hecho lo correcto, la impulsaba a seguir haciéndolo, tal vez por costumbre, tal vez por voluntad genuina; probablemente por alimentar su ego a base de la validación ajena. Pero ¿Qué quedaba para ella una vez salía del hospital? Nada, afuera no tenía nada, era solo una de esas almas en pena que parecen vagar sin rumbo fijo, aunque tengan un uniforme que advierte al resto que sí hacen algo con su vida.

Entre puntos y comasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora