Capítulo 2

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Al despedir a los agentes de seguridad, Mayte volvió al despacho intentando tomar una decisión, se sentó observando la carpeta que le había dejado Hernandez sobre su escritorio, suspiró y tomó su celular marcando el número de su hermana.

Al tercer repique esta contestó.

— ¿Como te fue?, ¿ya tienes guardaespaldas? —preguntó rapidamente.

— No, gordita. —bufó.

— A ver Mayte, ¿por?

— Era una mujer. —suspiró. — Me sorprendió, no es algo común... Lo malinterpretó pensando que dudaba de su trabajo y se molestó.

— ¿Es en serio? —rió.

— Sí, lo peor es que me disculpé y prácticamente no me dejó hablar. —hizo una mueca. — Hernandez dice que es muy buena en su trabajo.

— Si él lo dice, debe serlo. —aseguró. — Le pedí al mejor para cuidarte, chi.

— Y te lo agradezco, hermana.

— ¿Qué vas a hacer? —curioseó.

— Le dije a Hernandez que tomaría una decisión y mañana le informaría. —suspiró. — Quizá sea más cómodo para mí estar todo el día con una mujer.

— Bueno hermana, cualquier decisión que tomes avisame por favor ¿sí?

— Sí, te hablo luego.

— Te amo, cuídate. —dijo

— Te amo hermana, hasta mañana. —colgó y observó al techo mientras una sonrisa se formaba involuntariamente en su rostro recordando a la mujer y sintió un revoloteo extraño en su estómago.

A la mañana siguiente iría ella misma a buscarla para pedirle que trabajase para ella.



Un brazo rodeó su cintura apretándola suavemente, abrió los ojos y volteó el rostro encontrándose con el hombre con el que compartía su vida. Su olor era una mezcla de alcohol y humo de cigarro, sintió náuseas.
Quitó el brazo que la tenía presa y se levantó yendo al baño, ¿por qué tenía que seguir soportando aquello? Miguel no era así, no era el hombre del que se enamoró. Últimamente solo era pelea tras pelea, salió del baño observándolo y se acercó a quitarle los zapatos, a pesar de todo ¿seguía enamorada de él?

Se casaron veinte años atrás, cuando ella acababa de cumplir 25 años y él tenía 27 años, siempre le dijo que no quería ser madre y para él nunca fue problema, ya que tampoco le interesaba ser padre, por lo que llegaron a un acuerdo y siempre se cuidaron. Miguel era amoroso, comprensivo, el esposo perfecto hasta que de pronto todo eso cambió, comenzaron las peleas, dejaron de almorzar juntos, no volvió a cenar en la casa ni a llegar temprano y en algunas oportunidades hasta le había recriminado la decisión que ambos tomaron de no tener hijos, alegando que aceptó pensando que se le iba a pasar y luego los tendrían, cosa que jamás sucedió.

Ahora era una mujer grande que comenzaba a pensar en divorciarse. Entre tantos pensamientos, el reloj marcó las 6:15 am, suspiró pesadamente y salió de la habitación en dirección a la cocina, bajó las escaleras y se encontró con su empleada.

— Señora, ¿que hace levantada a esta hora?

— Buen día Maria. —sonrió. — No pude dormir más desde hace un buen rato.

— ¿Quiere que le prepare su té?

— Por favor, voy a estar revisando unos papeles en el despacho.

— Enseguida se lo llevó.

— Gracias. —se acercó dándole un abrazo y camino al despacho. Maria además de ser su empleada, era una muy buena amiga y compañera. Siempre había estado con ella desde que se casó.

Prohibido BesarteWhere stories live. Discover now