Capítulo 9

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— Miguel, ¿qué haces aquí? —preguntó un poco desorientada.

— ¿Perdón? Se supone que aquí vivo. —rió sarcásticamente. — ¿Tengo que avisar para venir?

— No, pero... —suspiró. — ¿Podemos hablar en otro lugar? —observó rápidamente a las mujeres y la niña para volver su vista a él. — Por favor.

El hombre apretó la mandíbula visiblemente molesto y salió del lugar. Mayte se acomodó un poco el cabello mientras respiraba hondo para salir detrás de él quien había tomado rumbo hacia la habitación.

— ¿Y bien? —preguntó al escucharla cerrar la puerta. — ¿Vas  a decirme quien es esa niña y que hacía esa mujer con las manos encima de ti?

— A ver, ¿te calmas? —se cruzó de brazos. — Esa niña es la hija de Mendoza, la trajo a casa porque... Porque yo le autoricé hacerlo cuando necesitase, y lo necesitó.

— Podías consultarme, ¿no crees?

— ¿Para qué? Esta es mi casa, si te molesta ya sabes que hacer. —dijo levantando los hombros.

— Mayte, Mayte... —respiró hondo. — ¿Qué mierda te pasa?

— ¿A mí? Nada Miguel, estoy respondiendo de la misma forma en la que me estas hablando.

— ¡Soy tu esposo! —levantó la voz.

— ¡Y eso no te da derecho a hablarme así! —habló elevando también el tono.

— Me enferma esa mujer cerca de ti. —dijo apretando los dientes.

— Que lástima, porque seguirá estando cerca. Es la persona en la que confío.

— Quiero que se vaya, Mayte.

— Te guste o no, Mendoza se queda y no es algo que pienso discutir contigo.

El hombre la observó fijamente.

— ¿Prefieres a esa mujer antes que salvar nuestro matrimonio?

— Ay por favor, una cosa no tiene nada que ver con la otra.

— La tiene Mayte, estamos discutiendo por su culpa.

— No Miguel, tú lo estás haciendo. ¿Cuál es tu problema?

— No me gusta esa mujer, Maria Teresa.

— ¿Por qué no? Hace muy buen su trabajo, mucho mejor que otros.

— Mi amor. —respiró hondo y se acercó tomando sus hombros. — Es una mujer, ¿de verdad crees que puede salvarte de una situación peligrosa?

— No puede ser. —rió. — Te recuerdo que una mujer fue quien me salvó del intento  de secuestro. No seas tan...

— May... lo sé, pero vamos no es igual.

— No quiero seguirte escuchando. —volteó caminando a la puerta. — Y esta noche quiero dormir sola, por favor. —dijo saliendo de la habitación.

Mayte caminó escaleras abajo y se dirigió a exterior de la casa yendo hacía el jardín para respirar un poco de aire fresco que necesitaba en ese momento. Observó a Mendoza quien se encontraba sentada fumando un cigarrillo y se acercó hasta sentarse junto a ella.

— Que fácil sería si los problemas se volatizaran como el humo del cigarrillo en el aire. —suspiró. Mendoza volteó a verla y dió una última calada.

— Aunque odio admitirlo, si los problemas no existieran la vida sería muy monótona. —observó lo que quedaba del cigarrillo mientras exhalaba el humo para luego apagarlo. — Pero le ofrezco una disculpa si alguno de esos problemas son por mi culpa.

Prohibido BesarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora