Capítulo 1.

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Capítulo 1.

Eva

Las lágrimas apenas me dejan ver con claridad como el pecho de Hugo va dejando de subir y bajar, como cada vez lo hace más lento.
Tan lento que mi corazón trata de empujar al suyo desde la distancia.

Siento que soy capaz de latir por los dos.

-Vámonos.

La voz imponente de Gabriel me hace pestañear, el agua cae por mis mejillas y caen al suelo.
No quiero irme, no quiero dejarlo aquí.
Trato de negar con la cabeza pero mi cuerpo reacciona cuando siento como tiran de mi pelo hacia arriba y me obligan a ponerme en pie.

Adiós mi vida, adiós amor.

Mis ojos se quedan clavados en como los suyos no son capaces de alzarse y devolverme la mirada, como están perdidos en algún punto de este salón que se me antoja cada vez más pequeño, más asfixiante.

Resisto todo lo que puedo a marcharme de aquí, a abandonarlo a su suerte que parece ser efímera.
Una lágrima cae por mi cara, siento como resbala por mi piel y puedo escucharla caer antes de que el sonido de unas sirenas se sobreponga y capte mi atención.
Es Marco quien me arrastra por el brazo para salir de la casa que fue mi cárcel durante demasiado tiempo.
En otras circunstancias, habría agradecido en el alma que me sacase de aquí, pero ahora, caprichosa la vida, solo quiero quedarme entre esas cuatro paredes.
Quedarme ahí para estar con Hugo.

Las sirenas cada vez suenan más cerca y mis pies pisan el camino de piedras que llega hasta la acerca.
Casi es de noche, la luz del sol apenas puede alumbrar la calle entera.
Miro hacia ambos lados, deseando ver aparecer esos coches, esas luces azules que me consigan apartar de los tres hombres.

Las sirenas cada vez suenan más cerca, siento que los nervios en Gabriel, Marco y Roger aumentan.
Casi puedo hasta tocarlo con los dedos.
Cierro los ojos mientras tiran de mi brazo, quiero quedarme parada, quiero poder anclar mis pies en el suelo, darle tiempo a esos coches y sirenas de la policía a que llegue donde estoy.

A que me ayuden a salir de aquí.
Y a que recojan el cuerpo del amor de mi vida, que descansa ahí dentro, quiero creer que todavía con un hilo se vida.

Hay dos furgonetas paradas en la carretera, negras, con los cristales tintados.
Cuatro tíos se meten en una con Gabriel, Marco tira de mí hasta la otra.
Da igual que llore, que patalee, que intente escaparme de esos brazos que una vez me dieron seguridad.
Una seguridad falsa, porque él mismo tenía planeado ese "ataque" para que de alguna forma me acercase más.
Para que me alejase de Hugo.

-Te odio. -Marco se queda mirando a mis ojos cuando me detengo haciendo uso de toda mi fuerza. Arruga su gesto, agobiado por las sirenas, nervioso y también sintiéndose culpable, puedo verlo en sus ojos oscuros. Aprieta los dedos entorno a mi brazo y se marcan en mi piel.-
-No lo hagas más difícil. Camina.

Tira con demasiada fuerza de mí, me hace trastabillar pero es su agarre el que no me deja caer al suelo.
No me deja perder esos segundos que trato de ganar para que la policía llegue, para que me aparten de ellos y me dejen correr de nuevo hacia la casa.
Hacia Hugo.

-¡Marco! ¡Joder! ¡Date prisa que vienen!

Y todo pasa demasiado rápido, mis pies se levantan del suelo, mi cuerpo se estrecha contra el de Marco y la poca luz del sol se oculta cuando entro en la furgoneta.
Ese reflejo azul de las sirenas se queda solo en mis ojos, al igual que la esperanza de que todo esto acabe demasiado pronto.

Suspiro, rendida, mirando como la puerta se cierra y las ruedas chirrían con insistencia sobre el asfalto.
Trago saliva, y miro al suelo.
No quiero mirar hacia delante, ser consciente de la cárcel en la que voy a volver a vivir.

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