XVI

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Escuchó un silbido adulador a sus espaldas, antes de que los finos brazos de su amigo rodearan sus hombros empujándolo suavemente por cuestión de su peso. Donghae le regaló una sonrisa agitando la mano que tenía libre, evitando que lo chocaran por detenerse en medio de la acera.

—¿A dónde vas tan guapo? No creí que tuviéramos ese tipo de relación.

Lo echó hacía atrás mientras que él solo supo reírse—. Si quieres invitarme a salir sólo dilo, no hace falta que te hagas el chulo.

—No es nuestro destino —susurró tomándolo del brazo como si fueran dos tazas caminando a la par—, pero nuestros caminos acaban de cruzarse. Creí que era hora de tu turno, iba a verte y a tomar el desayuno contigo.

—Acabo de renunciar.

Donghae entendió que su amigo no quería darle explicaciones al respecto por el tono con el que había mencionado la situación, así que siguió caminando en silencio hasta que llegaron al semáforo más cercano. Chanyeol no estaba seguro de cómo se sentía, pero había interpretado los últimos treinta minutos como unos de alivio y regocijo, que pronto serían reemplazados por sus ganas incesantes de colgarse de una cuerda y volver a las clases.

—Voy a sacar fotografías al centro, ¿quieres acompañarme?

—Te invito a almorzar, he cobrado el finiquito.

—Perfecto, después de fotografiar soy todo tuyo.

Chanyeol se sentó en una banca desocupada mientras su amigo sacaba su teléfono de última generación apuntando al techo de los prominentes edificios de concreto. Él, por su parte, se mantuvo admirando como un par de palomas peleaba frente a sus narices, picoteándose y extendiendo las alas espantando a la otra.

No le gustaba el centro, pero Donghae derrochaba felicidad mientras presionaba su pantalla en una ráfaga de fotografías, donde más de una tenía medio pulgar o estaba difusa.

Se frotó el puente de la nariz encogiéndose en su lugar, como un helado derretido al sol. Tuvo que doblar sus rodillas para no terminar desparramado y se cruzó de brazos sintiéndose un poco más cómodo.

Quitó la vista de Donghae para observar el anuncio que acababa de aparecer en la gran pantalla junto al edificio del periódico. Ni siquiera se sentía sorprendido por tener a Byun Baekhyun publicitando un nuevo brillo labial que hizo a dos chicas vestidas de uniforme soltar un gritito cómplice mientras chocaban sus manos.

No pudo hacer más que suspirar y recordar cómo quería salir de su miseria y, cuando lo intentaba, parecía ahogarse nuevamente.

Donghae llegó jugando con una hoja que había recogido del suelo y aunque le dijo a Chanyeol que estaba listo, este lo evitó. De buenas a primeras podía jurar que el rostro del peliblanco estaba adornado por un puchero y ojos entristecidos por la repentina renuncia a su trabajo, pero su cerebro animó a descartar tal conjetura cuando lo vio más interesado en el brillo labial de los anuncios que en mirar al vacío.

—¿Quieres uno de esos, Yeol? —supuso que no le prestaría atención, así que se sentó junto a él y le clavó el dedo en la pierna derecha, para que por fin lo atendiera—. No tienes los labios tan parchados.

—Eso no me consuela —suspiró.

—¿Quieres uno? —repitió intentando atrapar la mirada de su amigo—. Tengo un cupón de descuento sin usar.

Chanyeol negó—. No es eso.

—¿Entonces? —preguntó intentando no sonar tan insistente, pero claro que lo estaba haciendo—. Mira, se me da de puta madre averiguar cosas, amo ver casos de misterios mientras me remojo en la bañera, pero justo hoy he dejado al detective en casa.

DestelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora