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Ató su cabello con una coleta, sus dedos viajaron por su rostro mientras la picazón se escapaba de su tacto de un lado hacia otro a través de su piel. Mordió sus uñas con intranquilidad y soltó un suspiro cuando ya estuvo listo. Miró hacia ambos lados antes de salir de su habitación y acomodó el bolso que traía entre manos sobre su hombro.

Esperaba que sus padres no lo vieran, porque si lo hacían no podría salir de casa hasta el próximo mes.

Salió del lugar tan rápido como pudo y caminó por las ciudades de Seúl escuchando cada palabra de su canción favorita que se colaba por sus oídos y le provocaba un cosquilleo en el estómago, todo mezclado con la felicidad que sentía porque el día anterior le habían notificado que un ejemplar de colección de uno de sus mangas favoritos estaba disponible y para él.

Todo porque había pagado un montón de dinero por un pase dorado y así conseguir oportunidades ilimitadas que le permitieran ensanchar su colección de mangas a niveles estratosféricos.

Park Chanyeol no era diferente a los chicos de su edad, su cabello largo estaba maltratado por la pintura negra que había decidido aplicarse, llevaba unas zapatillas desgastadas y manchadas por el uso constante, en su muñeca yacían las pulseras que su hermanita pequeña había confeccionado y llevaba cinco perforaciones en la oreja izquierda por puro gusto.

Empujó la puerta de la tienda en la que compraba toda su mercancía. Saludó a los dependientes con una sonrisa y aprovechó de su tiempo libre para darle un vistazo a los nuevos productos que habían colocado en las estanterías.

Para cuando estuvo en el mostrador extendió cinco libros diferentes a la dependienta y con una sonrisa le pidió aquel aizō-ban que tanto había estado esperando.

—Lo sentimos, el chico antes que tú se llevó el último.

Su rostro palideció, la tarjeta que traía entre las manos se le resbaló cayendo al suelo y tras recogerla salió corriendo en busca del desconocido, pidiendo a los trabajadores de la tienda que esperaran por él.

—¡Ey!

Chanyeol corrió tan rápido como pudo tras el hombre que había robado su felicidad, puso sus dos manos sobre los hombros de este y le dio la vuelta, obteniendo una cachetada en plena calle mientras unas ancianas lo miraron con dolor.

—Jesucristo.

Se llevó una mano a la cara mirando al desconocido con desconcierto, era mucho más bajo que él, la chaqueta contra el frío le llegaba por debajo de las rodillas, vestido completamente de negro y con una mascarilla cubriéndole el rostro. El individuo se llevó la bolsa contra el cuerpo con algo de miedo mirando a Chanyeol desde abajo.

—¿A qué ha venido eso? —pidió explicaciones tomándolo por la muñeca.

—¿Me estás pidiendo explicaciones? ¿Quién mierda eres? Me has puesto las manos encima sin conocerme, ¿crees que te iba a tratar con cariño?

—No, pero...

—Una mierda, ¿qué quieres de mí?

Chanyeol miró la bolsa con añoranza, trató de llegar a ella estirando los brazos, pero fue golpeada por la misma cuando el más bajo sintió miedo por su integridad.

—Esto es acoso, tócame una vez más y llevaré esto a un puto juzgado, ¿me oíste?

—Yo solo quiero... —evitó estirar la mano para no ser golpeado nuevamente, suspiró abatido y agachó la cabeza despegando su mirada del otro—. ¿Cuánto pides por ese tomo?

—¿Eh? —llevó su vista a la bolsa entre sus manos y negó—. No lo vendo, es parte de mi colección.

—¡Pagaré lo que quieras! En serio lo necesito.

DestelloWhere stories live. Discover now