15. Me gustan sus besos

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Mi cuerpo se sentía muy cálido, pero pesado, mi cabeza igual. Mis ojos se movían muy lentos hasta adaptarse a la luz del día, al levantar un poco la vista vi a Rafael observándome de reojo con una sonrisa.

Me moví rápido en la cama para separarlo.

— ¿Cómo es que...? ¿Qué haces aquí?

— Dormí aquí ¿No lo recuerdas? — pensé un momento—

— Oh, sí. Lo siento lo olvidé.

— ¿Dormiste bien?

— Eso creo. ¿Tú?

— Creó qué también.

— ¡Oriana...! ¡Buenos días! — se escuchó tras la puerta— ¿Bajas a desayunar?

— Es Luna — susurro Rafa— dile que sí.

— Sí, en un momento. Me cambiaré.

— Bueno, le avisaré a Rafael.

— ¡Espera!

— ¿Qué?

— Cruza a tu cuarto. — dije en pánico—

— Cerré el ventanal, entre por la puerta.

— Sabrá que dormiste aquí.

— ¿Cuál es el problema? No hicimos nada fuera de lugar.

— ¿Ori? — dijo Luna—

— ¡Ahh! — grité en medio del susurro— No te preocupes, está aquí, vino a despertarme.

— Oh, bueno. Los veo abajo, la señora Marta quiere que vallamos a desayunar con toda su familia.

— Bueno, ya bajamos. — dijo Rafa— Adelántate.

— De acuerdo.

— ¿Qué? ¿Por qué esa cara?

— Es mi cara, Rafael. ¿Has visto la tuya?.

— Sé que mi cara no es la que quieres ver todas las mañanas, pero ni modo. Es lo que hay.

— Yo me refería a tu cara de la mañana después de una fiesta.

— Oh, bueno. Te ves tan mal como yo.

— Que halagador. — dije al destaparme para salir de la cama—

— Tú empezaste.

— No. Fuiste tú. Ve a cambiarte, tus abuelos nos esperan.

— Bien. Te espero abajo.

Rafael

Después de cambiarme bajé a la cocina por un vaso de agua. Mi estómago no quiere estar bien conmigo hoy, y mi cabeza no ayuda.

Observé que sobre la mesada había unas pastillas y una nota de Luna.

Siempre salvándome.

— Ya estoy — dijo Oriana al entrar en la cocina.— ¿Me das una? — fue lo primero que dijo al ver que metí una pastilla en mi boca— Mi cabeza no deja de molestar.

— Toma — le extendí la tableta y un vaso de agua— Luna las dejo para nosotros. Siempre sabe lo que tengo.

— Te conoce mucho.

— Sí — comenzamos a caminar hacia afuera— Estamos juntos desde que tenía seis y ella cinco creo. Es como una niña dulce, una madre y una adolescente muy hormonal a la vez.

— Entiendo las dos primeras, pero ¿Por qué dices eso último? — rio—

— Porque le gustan chicos que la lastiman y luego tengo que estar cuidándola.

Quisiera no amarte ||EN PROCESO||Where stories live. Discover now