Prólogo

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La luz del atardecer traspasaba el vidrio de aquel auto. El día estaba cayendo a través de sus ojos y aún no llegaban a su destino. Y para el nerviosismo de unos de los hombres de aquel auto, cabía la posibilidad de quedarse por ese día en algún hotel de la ciudad. Un suspiro sale de sus labios, al momento que su estómago le traiciona, y delata su falta de alimento.

―¿Hambre? ―preguntó su amigo con burla por lo obvio, mientras aleja la mirada de la carretera unos segundos, de sus labios salió una suave risa.

Stiles asintió con las mejillas rojas, avergonzado, era algo que quiso evitar, pero le era imposible, no podía controlar su cuerpo, más cuando no logró probar un bocado de su desayuno por los nervios que calaban su cuerpo, y los pensamientos lo traicionaban.

—Aguanta unos minutos más —lo escuchó decir, sin embargo, Stiles no lo mira, lo que decía su amigo se escuchaba muy lejano, tampoco replicó―. No falta mucho para llegar.

Stiles volvió a suspirar, y por un momento reprendió su mente por actuar de esa manera. Mira la ventana, queriendo tranquilizar lo turbulento de su mente, observa el paisaje de la carretera, y las pocas personas que había caminado por la acera, mayormente familias. Y aunque conocía cuál era su propósito inicial en aquel pueblo, ver a esas personas le recordaban su triste realidad.

En su mente, se reproducía con mucho dolor las palabras dichas por sus padres, al enterarse de su condición. Y la palabra Inservible viviendo de su padre, hizo eco.

Stiles desearía no haber nacido defectuoso, que lo que él más añoraba, no se podría cumplir. Ser padre... Tenía todo. Todo lo que se propuso de niño. Amor, felicidad y la calidez que tanto deseo, solo faltaba un pequeño ser.

—Stiles, ya llegamos. —Scott toco su pequeña nariz, logrando de esa manera llamar su atención. El pelo castaño solo asintió en respuesta, quitándose el cinturón de seguridad y abriendo la puerta del auto, salió. El chico alzó la mirada, observando el lugar.

Orfanato Beacon Hills

El chico observa el lugar con algo de nostalgia, exhalando según él por última vez. De pequeño recorrió esas calles, jugueteó entre los arbustos con otros niños y se divirtió como cualquiera otro, hasta que encontró a una familia a la cual no logró satisfacer.

Una pequeña casa de dos pisos, un color verdoso en su exterior y aquellas ventanas largas, no dejaban mucho para ver por dentro. Fuera del lugar, algunos niños no dejaban de correr; las risas ambientaban el lugar, los niños gritándose entre ellos hizo que una sonrisa se extendiera por su rostro, aunque el lugar llevaba años, el ambiente cálido del orfanato no se había ido.

—¿Listo? —nuevamente la voz de Scott, lo saca de su ensueño.

—Vamos —sonrió como respuesta.

Frente a ellos se encontraban dos personas, una chica y un chico, ambos jóvenes, y muy animados hablaban entre ellos, pero sabía que estaban mucho más al pendiente de los niños que corrían por el patio.

—Creo que esos son Isaac y Malia —mencionó.

Su amigo asintió, mientras tomaba su mano y se encaminaba hacia los mencionados. Stiles se hallaba nervioso y agradeció mentalmente a su amigo. Hizo una nota mental, de regalarle algo luego, se lo merecía por soportar ese arranque de nervios.

—Bienvenidos —dijeron en unisonó los cuidadores, mientras hacían una pequeña inclinación hacia los amigos.

—Gracias.

—Disculpen la molestia, ¿Quién de ustedes es Stilinski... ohm...? —preguntó la chica, con dificultad por el nombre de Stiles. Tan complicado como lo recordaba, incluso él se preguntaba qué tan lo querían sus padres como para nombrar de esa manera.

Pequeñas ManosWhere stories live. Discover now