POV MARÍA JOSÉ
No es una estantería lo que se mueve. Es la chimenea. Gira, tal y como sale en las películas. Doy un respingo mientras veo cómo gira y dejo los brazos a ambos lados del cuerpo al tiempo que la mujer que ha protagonizado mis pesadillas durante la última semana aparece en la habitación. La chimenea gira de nuevo y regresa a su posición original. Es más alta de lo que recordaba, pero su seductor olor cítrico y amaderado sigue siendo el mismo, salvo que, en esta ocasión, se mezcla con el del cuero y el de los libros.
El pelo, cortado a la perfección con un estilo que yo llamaría «no me toques los cojones», es casi del mismo color que los ojos. Unos ojos miel que parecen arder como dos ascuas mientras recorren lentamente mi cuerpo desnudo. Antes, cuando me quité la gabardina, me sentí atrevida. Enfadada. Indignada. Asqueada con mi marido por haberme puesto en esta tesitura. Quitarme la gabardina me dio una falsa sensación de valor, porque la adrenalina empezó a correr por mis venas. Pero ahora tengo ante mí la realidad. Me estoy enfrentando a una mujer que podría ponerle fin a mi vida con la misma facilidad con la que yo aplasto un mosquito. En esos labios carnosos aparece un gesto que supongo que podría tildarse de sonrisa, pero que no lo es. Es demasiado chulesca y autoritaria. Como si se estuviera riendo a mi costa. Algo que seguro que está haciendo.
Espero a que hable, pero guarda silencio. Su examen acaba cuando me mira a los ojos. Quiero apartar la mirada, pero es imposible. Su presencia parece un ente físico. La usa para inspirar miedo, y lo consigue. No sé cómo describir exactamente la sensación, pero imagino que me sentiría igual si un caimán gigante estuviera a punto de cerrar las fauces sobre mi cabeza para arrastrarme al fondo del pantano. Lo siguiente será el revolcón mortal. No puedo permitir que se acerque a mí o lo llevaré crudo. Cuando Valeria me describió el poder, la presencia y el carisma que emanaba esta mujer, no comprendí lo que me estaba diciendo. Ahora empiezo a hacerlo. «No le demuestres miedo. No le demuestres miedo», me repito una y otra vez mientras espero a que hable. Después de lo que me parece una eternidad, solo pronuncia tres palabras con una voz grave y seria:
- Date la vuelta.
Cuando me di media vuelta para enseñarle la espalda a la cámara de la esquina y hacerle las dos peinetas, pensé que había un cincuenta por ciento de probabilidad de que me estuviera mirando. También fue la adrenalina la que impulsó esa proeza disparatada, pero resulta que a estas alturas me ha abandonado. Ansío reunir de nuevo los restos de mi rebeldía, pero soy incapaz.
Me doy media vuelta sobre los zapatos de tacón, que es lo único que me he dignado ponerme de las prendas que me ha mandado, y le enseño la espalda. Mantengo los hombros erguidos, por la tensión y el orgullo. «No le demuestres miedo», me repito.
El suelo de madera cruje cuando da un paso hacia mí y se acerca lo bastante como para que perciba el calor que irradia su cuerpo.
- No sigues bien las instrucciones.
Sus palabras me acarician la piel al tiempo que me entierra los dedos en el pelo y me da un tirón para obligarme a volver la cabeza y enfrentar la mirada de esos ojos oscuros. Es como mirar los ojos del demonio. No entiendo cómo una mujer tan cruel y despiadada puede ser tan guapa. Se me acelera el corazón mientras su mirada me atraviesa. Lo que antes me parecía un acto valiente y desafiante, ahora solo es una travesura infantil, y la voz de mi conciencia cambia el cuento: «A la mierda con lo de no demostrarle miedo. Ha llegado el momento de suplicar. Va a matarme.» Pero la orden del cerebro no llega a mis labios y, cuando estos se separan, pronuncian unas palabras que no he planeado decir.
- No me diste instrucciones. La nota solo decía que un chófer me recogería a las nueve. Nada más. - Sus ojos oscuros relampaguean.
- No me parecías tan lerda como para no entender la indirecta de la ropa por valor de treinta mil dólares que acompañaba la nota. - Treinta mil dólares. Joder. Mis labios vuelven a pronunciar palabras sin mi permiso.

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ME PERTENECES
Fanfiction"Nueva Orleans me pertenece. No conoces mi nombre pero controlo todo lo que ves y algunas cosas que no ves. Mí poder no conoce límites y logro todo lo que me propongo. Estás en deuda conmigo, todavía no lo sabes pero a llegado el momento de cobrár...