POV MARÍA JOSÉ
La puerta de mi apartamento se abre de golpe de nuevo, por segunda vez esta noche. Me doy la vuelta cuando la débil luz del pasillo se derrama por mi salón, donde he estado andando de un lado para otro en la oscuridad, con un cuchillo de carnicero en la mano derecha y un martillo en la izquierda. Johann tenía un arma. Yo no. Todos sabemos quién gana en esa ecuación. Sin embargo, no me disparó porque, al parecer, no me quiere muerta. No, le soy más útil viva. Se me nubla la vista por las lágrimas y por lo que estoy a punto de hacer, pero eso no me impide soltar un grito de guerra mientras me abalanzo sobre el intruso, con el cuchillo por encima de la cabeza al tiempo que blando el martillo. Me quita el cuchillo de la mano, que cae con estrépito al suelo, pero el martillo sí golpea su objetivo. El desconocido gruñe antes de arrancármelo de las manos. Cae con un golpe seco al suelo mientras me da la vuelta y me pega de cara a la pared para después aferrarme las muñecas e inmovilizarme las manos junto a las caderas. Un torso duro se pega a mi espalda, aplastándome contra la pintura descascarillada de la pared. Forcejeo e intento soltarme, pero estoy inmovilizada por una chaqueta de fuerza que, en este caso, es humana.
- ¡Suéltame, cabrón! Ya te he dicho que lo haría. Como les hagas daño a mis padres o a mis hermanas, te mato yo misma.
En vez de la voz acaramelada de Johann al oído, lo que oigo es un gruñido. Respiro hondo, y el olor que percibo del hombre que me inmoviliza no es el que me atormenta el pasado ni el presente. Pero el gruñido me resulta familiar.
-¡Suéltame! - le exijo de nuevo, y él me sacude las muñecas.
Parpadeo para contener las lágrimas al tiempo que vuelvo la cara, casi temerosa de tener razón. El perfil de Cicatriz es visible gracias a la tenue luz. Me abruma un alivio que seguramente no debería sentir al verme en los brazos del hombre que ha sido indispensable a la hora de retenerme prisionera, y dejo de forcejear. Sigo jadeando por el esfuerzo, pero mi cuerpo se relaja bastante.
- Suéltame. No voy a huir. Ni a matarte. Seguramente. Tal vez. - A estas alturas, ya no sé de lo que soy capaz. Desde luego, de mucho más de lo que había creído posible.
Cicatriz espera unos segundos antes de soltarme las muñecas. Me doy la vuelta y me froto la piel allí donde me ha tocado mientras me aparto, sin apartar los ojos de su cara. Cuando siento el sofá en las corvas, me dejo caer. Los estremecimientos me sacuden, y me rodeo la cintura con los brazos como si así pudiera contenerme.
- ¿Ni siquiera se ha molestado en venir en persona? - Me tiembla la voz tanto como el resto del cuerpo, y me cabrea que me moleste que no haya sido Calle a quien he estado a punto de matar -. No debería sorprenderme. No le importo lo bastante como para abandonar su fortaleza.
Cicatriz no me responde con palabras. En cambio, se mete la mano en el bolsillo y saca el móvil. Teclea algo y, unos segundos después, sus dedos vuelan de nuevo por el teclado. Oigo que me llega un mensaje al móvil, que está en la mesa situada al otro lado de la estancia, y miro a Cicatriz a los ojos. Él señala el móvil con la barbilla. Me levanto y cruzo el salón con las piernas todavía temblorosas para coger el móvil y me encuentro un mensaje de texto:
NÚMERO DESCONOCIDO: La jefa viene de camino.
Miro a Cicatriz. En vez de tranquilizarme, la información crea un hervidero de emociones en mi interior, y todas brotan de los intensos recuerdos que afloraron a mi mente al descubrir mi nota y el tanga que llevé al baile de máscaras del Mardi Gras. Seguro que ella esperaba que yo descubriera la verdad desde el principio, esa zorra manipuladora. Tal vez no tan pronto, pero sí con el tiempo.
- ¿Conocías su plan desde el principio? - Cuando pienso en todo lo que me ha dicho Johann antes de irse, me cabreo todavía más.
Cicatriz me mira con expresión pétrea y no hace ademán de teclear una respuesta. En cambio, enciende las luces que yo había apagado en cuanto mi no tan difunto marido se fue, por temor a que Johann volviera. Quería disponer de cualquier ventaja posible si tenía la oportunidad de cargármelo.

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ME PERTENECES
Fanfiction"Nueva Orleans me pertenece. No conoces mi nombre pero controlo todo lo que ves y algunas cosas que no ves. Mí poder no conoce límites y logro todo lo que me propongo. Estás en deuda conmigo, todavía no lo sabes pero a llegado el momento de cobrár...