X - UNO DE TANTOS

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Capítulo Diez
Uno de tantos


—¿Crees que me dolió? —espeté con cierta molestia mientras intentaba permanecer inmóvil. —Si ambos quieren molerme a golpes, adelante, pero no me detendré: se lo diré, y ella lo sabrá.

Mamá me veía en silencio, sin poder hacer nada.

—No puedo seguir viendo esto —Sollozaba. Dio la vuelta para marcharse de la habitación.

—¿Vas a insistir con esa idea tan absurda? —me cuestionó mi hermano mayor. —Lo único que conseguirás de esto son heridas profundas… —su voz se quebró. En el fondo parecía dolerle también golpearme.

A tal punto trataban de impedir que saliera a contarle a Giulia todo; mis manos permanecían atadas a una dura cuerda mientras recibía golpes.

—¿Crees que vale la pena soportar tanto dolor? —el puño de Amadeo chocó contra mi carne, sentí mi mandíbula torcerse con agresividad.

Escupí un poco de sangre y lo miré con recriminación. Luego, era el turno de Luiggi, cerré los ojos al ver sus manos apretarse, pero se vio interrumpido por la voz de papá:

—¡Deténganse! —Anunció Michael, quien ingresaba por la puerta de la habitación.

Luiggi y Amadeo voltearon a su encuentro, se acercó a pasos largos, como si estuviera preocupado o quizás como si sintiera lástima por ver a su hijo en ese estado.

—Ve y busca a la chica… cuéntale toda la verdad.

Alcé el rostro conteniendo las pocas fuerzas que me quedaban y lo miré sin haber podido predecir la decisión.

—¿Estás seguro, papá? —cuestionó Amadeo.

—Sí. No pueden matarlo, después de todo, es su hermano, y sé que de una forma u otra lo conseguirá.

Ante la decisión, Luiggi se levantó en silencio y se marchó, y después de un instante, Amadeo también le siguió.
Nunca esperaría un golpe de él: se acercó en silencio e incineró la soga que me ataba.

—Sé que lo harás —dijo, mirándome fijamente. —Paradójicamente, en lo único en lo que estamos de acuerdo tu madre y yo es en estar en desacuerdo con tu decisión. Y ni ella ni yo quisiéramos verte sufriendo por su culpa…

—¿Por qué estás tan seguro de eso, papá?

—Cierto es, que le debemos mucho, y posiblemente no vaya a perder ese título ni siquiera cuando sea el momento…

—No entiendo… ¿En qué le debemos agradecimiento…?

Michael me devolvió una sonrisa diminuta, llena de esperanzas.

Salí de la habitación en la que había estado por una larga hora. Mi familia estaba dispersa en la sala principal.
Pasé de largo, tambaleándome entre sus miradas, derrotadas por mi fuerte deseo de verla, a Giulia.

—Saben por qué cruzaré esa puerta…

—¡No, Stefano! —insistió mamá con mayor fervor. —¿Es por Ángela? ¿Por su gran parecido con ella?

ETHAN WALTON 1 © [TERMINADA]Where stories live. Discover now