La sombra eterna

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Organizaron una excursión a Portugal a la que iba mi clase entera. Aquella salida duraba una semana y constaba de vivir en una casa todos juntos y de vez en cuando ir a algunas atracciones. La cabañita estaba en medio de un pueblo y al entrar se podía ver las dos plantas que tenía. En la planta de abajo era donde comíamos, dejábamos los móviles para dormir, hacíamos reuniones,... y aunque estemos en el siglo veintiuno, donde dormían las chicas. Mientras, en la parte de arriba, se pasaban los mejores momentos. Había una mesa en la que jugábamos a las cartas, un sofá donde charlábamos y las habitaciones de los chicos.

Los niños a los que le adjudicaron mi cuarto fueron corriendo para elegir las camas. Yo decidí quedarme con una que no estuviera ocupada. Decidí entrar en mi habitación para saber en dónde dormiría y me quedé anonadado. Contenía tres literas de dos camas cada una y la mía era la segunda litera y arriba. Mis compañeros de cuarto estaban allí y me llevaba bien más o menos con todos. Debajo de mi cama dormía un chico bastante interesante llamado Fernando, aunque los amigos lo llamábamos Nando. Ese niño celebraba su cumple, en el colegio, conmigo; ya que, íbamos por grupos de tres. A causa de eso, me caía un poco mal, pero decidí conocerlo. Bajé a su cama y me acosté a su lado.

- ¡Hola!, ¿Qué tal estás? - con cara de asombro, el chico, me habló

- ¡Ey, JM! - Goliat, un compañero, me saludaba desde su litera.

- ¡Hola! - respondí a los dos a la vez.

En la litera situada frente a la mía, un niño se levantó para sentarse en la cama. Ese niño se llamaba Igor. Él nos llamó y se bajó los pantalones para enseñar su miembro ante todos nosotros con la finalidad de que diéramos nuestra opinión.

Nando y yo nos miramos e hicimos un gesto extraño pero comprensible al momento. Quisimos no intervenir en aquella situación y todos hicieron silencio. Después de aquel momento incómodo, apagamos la luz del cuarto para poder dormir. Yo seguía en la cama de mi compañero de litera y él me tapó con las sábanas.

- ¡Ey!, me tengo que ir arriba si mañana quiero ir a las atracciones. - dije con un poco de vergüenza.

- ¿Por qué? - Nando me empujó contra su cuerpo.

- Porque...- no pude terminar la oración; ya que, me temblaba la boca.

- ¿Acaso no quieres dormir conmigo?

- Vale. Me quedo un rato y luego me voy a mi cama.

Estuvimos un rato cuerpo con cuerpo. Parecía que nos queríamos fusionar. Yo le miraba la cara mientras él sujetaba mis caderas y me empujaba contra su cuerpo. Empezó a mirarme y sentí vergüenza; hasta que, de repente soltó sus manos. Pasó un tiempo, pero no lo suficiente como para enfriar el ambiente.

- Bueno..., tendré que ir a mi cama. - me estaba despidiendo porque ya me notaba cansado.

- ¡Espera!, dame un abrazo por lo menos.

Seguíamos acostados y lo único que tuve que hacer fue girarme un poquito. Cuando le iba a dar un abrazo, cogió mi mano y la situó en su abdomen. Estuve un buen rato con las manos en aquel lugar. Me soltó y decidí explorar. Moví la mano para tocar sus pezones y Nando se bajó los pantalones. A continuación, agarró mi mano para descender por su cuerpo con la finalidad de que tocara sus calzoncillos. Finalmente, se desnudó y decidió bajar más; hasta que, yo tocara su miembro eréctil.

"Pensar en querer

Lo prohibido

Quise comer

Logré tocar

El pecado

Quise mamar

Descubrí colores

Pero callé

Por miedo a dar dolores

Porque no me senté

No pude hablar

Cristiana mi madre es

Por miedo a pecar

¿Hablamos de mi homosexualidad?"

Pasó una semana y era hora de volver a nuestras casas. Los siguientes meses transcurrieron como debían; hasta que, llegó septiembre. 

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