5. Siempre estaremos juntos

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- Recuerda regular la temperatura del termostato. – Pese a su mal carácter, Bakugou siempre había sido muy autosuficiente; ejemplar en más de un sentido. – No olvides cerrar las ventanas si llueve. – Quizás por ser hijo único, aprendió a valerse por sí mismo cuando sus padres no estaban cerca, por cuestiones de trabajo. – Revisa la secadora en caso de que falte alguna prenda. - O quizás porque, con el tiempo, de niño a adolescente caprichoso, quiso demostrarse que era capaz de hacer todo por su cuenta. – El lavaplatos no puede permanecer encendido. - Sin embargo, como padres, era normal que Masaru y Mitsuki estuvieran preocupados por dejar a su hijo a su disposición producto de una de sus rutinarias ausencias laborales, - Saca las bolsas de reciclaje, mañana vendrán a recogerla. - en especial ésta última quien, pese a las muecas de su hijo, no dejaba de demostrarle cuánto le importaba y le preocupaba cada vez que no estaba bajo su supervisión, pese a que su vástago ya contaba con 17 años.

Por otro lado, Bakugou, para no dilatar la salida de sus progenitores, se apretaba las muñecas para no responder con su disgusto habitual en esta situación que se repetía cada vez que debían ausentarse, como si no supiera de memoria todo lo que su madre se esmeraba en recordarle.

Deseaba gritarle que se largara de una vez y que no la necesitaba, pero sabía que en cuanto comenzara a vociferar, no haría más que retener a su personificación femenina.

- ¿No estaré olvidando algo? – Se preguntó la mujer, llevando su dedo índice a su barbilla, como si éste activara un mecanismo que le ayudara a repasar la lista de asignaciones antes mencionadas.

En todo esto, el malestar de Bakugou solo se hacía exponencial. Sus dientes rechinaban, su sangre se sentía tan caliente bajo su piel que cualquiera creería que lo quemaría desde adentro cual agua hirviendo, al tiempo en que sus pulmones hacían lo que podían para regular su respiración, condensada y escasa.

Sin embargo, tanto balbuceo sinsentido y sobrante, le parecía más innecesario de lo normal.

- Estaremos bien, Sra. Bakugou. – Y esto era, porque esta vez, estaría acompañado por Todoroki todo un fin de semana. – Me aseguraré de que Katsuki haga sus deberes. – Aseguró el bicolor con una tímida sonrisa, quien se las arregló para apoyarse en uno de los hombros de su amigo para tomar una de sus manos disimuladamente y disipar la tensión que había puesto albinos sus nudillos.

- Como si necesitara que me las recuerdes. – Habló por fin el aludido, mirando de reojo a su amigo, quien le respondió con una cálida sonrisa.

– Si sucede algo, les avisaremos cuanto antes. – Dijo el menor mirando a la mujer, afianzando las palmas con el cenizo, quien ahora estaba más relajado.

Con anterioridad, Bakugou solía quedar bajo el cuidado de una niñera (bueno, la que no terminara ahuyentada por él) o con algún familiar durante la ausencia de sus padres, lo que prolongaba los días en los que no podía ver a su mejor amigo y empeoraba su humor a niveles catastróficos, por lo que, producto de una artimaña del temperamental, harto de tener que soportar a alguien más que a sus padres, se las ingenió para que, diferentes factores como, que el mensaje no llegase del emisor al receptor y una conveniente desconexión telefónica, hicieran posible que terminase solo en su casa a la temprana edad de 11 años.

Tras demostrar que podía sobrevivir casi una semana sin supervisión adulta, comenzó a adquirir más libertades, y con ello, más madurez.

- Lo sé. Es solo que... - Miró con lo que le pareció a Bakugou como subestimación pero que en realidad era ternura. A Mitsuki le costaba aceptar que su no tan niño, estaba creciendo. – No puedo evitarlo. – Dijo casi en un susurro.

Cuando Estamos SolosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora